martes, 20 de mayo de 2014

Sean espontáneos

Nunca me han dado ningún adiestramiento, pero mis manos saben lo que hacer cuando es necesario. Las palabras saben cuándo detenerse y cuándo dejar que haya silencio. Los ojos brillan por sí mismos cuando uno está describiendo su propia experiencia. Entonces no hay esfuerzo...
Todo lo que se necesita es decirle a las personas: ¡Sean espontáneos! Cuando llegue la risa, no la detengas. En este mundo todo se ha convertido en una impostura porque tú crees en la impostura. Sé simple. Sé sencillamente tú mismo. No hay necesidad de actuar. Cualquier acción que venga espontáneamente, déjala que ocurra, disfruta de su espontaneidad. Entonces verás algo bello, centrado, simple: algo auténtico; no una impostura, no algo «pseudo». Todo esto es muy simple.
Una vez un granjero tenía en su granja un gallo que era una de las criaturas más perezosas que ha vivido nunca. En lugar de cantar cuando el sol se levantaba por las mañanas, que era lo que se suponía que debía hacer, meramente aguardaba hasta que algún otro gallo cantaba... y entonces él asentía con la cabeza.
Pero si es espontáneo entonces tiene su propia belleza. ¿Por qué preocuparse? Algún otro lo hará. Yo estoy absolutamente de acuerdo con ese gallo; yo nunca he hecho nada en toda mi vida. Si sucede que algún otro lo hace...
Para celebrar sus bodas de oro, Saul y Sylvia Shulman deciden repetir lo mismo que hicieron en su luna de miel. Van al mismo hotel y se alojan en la misma habitación. Sylvia se pone el mismo perfume y el mismo camisón. Exactamente igual a como hizo la primera noche de la luna de miel, Saul se va al cuarto de baño y Sylvia le oye reírse... exactamente como ocurrió cincuenta años atrás. Así que cuando regresa, Sylvia dice:
-Cariño, es realmente hermoso: todo es igual. Puedo recordarlo como si hubiera sido ayer. Hace cincuenta años te fuiste al cuarto de baño y te reíste de la misma manera. En ese entonces no me atreví a preguntarte, pero ahora, dime: ¿por qué te reíste?
-Bueno, es por lo siguiente, cariño -dice Saul-. Esa noche, hace cincuenta años, cuando fui a hacer pis mojé el techo. ¡Y esta noche me he mojado los pies!
Sencillamente, sean inocentemente simples. Este hombre debe de haber sido un hombre espontáneo. Dijo la verdad: no hay nada que ocultar al respecto. Pero la mayoría de ustedes no han osado decir la verdad. La verdad es muy simple; no necesita de adiestramiento, de ninguna preparación, no hace falta hacer deberes escolares. Son quienes son. Acéptenló y, simplemente, expónganló al mundo.

Osho

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