martes, 26 de abril de 2011

Los cómplices ( Gonzalo Rojas)

Te decía en la carta

que juntar cuatro versos

no era tener el pasaporte a la felicidad

timbrado en el bolsillo,

y otras cosas más o menos serias

como dándote a entender

que desde antiguamente soy tu cómplice

cuando bajas a los arsenales de la noche

y pones toda tu alma

y la respiración

perfectamente controlada,

por mantener en pie tus rebeliones

tus milicias secretas

a costa de ese tiempo perdido

en comerte las uñas, en mantener a raya

tus palpitaciones,

en golpearte el pecho por los malos sueños,

y no sé cuántas cosas más

que, francamente, te gastan la salud

cuando en el fondo

sabes que estoy contigo

aunque no te vea

ni tome desayuno en tu mesa

ni mi cabeza amanezca en tu pecho

como un niño con frío,

y eso no necesita escribirse.

sábado, 23 de abril de 2011

Enojate con la almohada

Vienes acumulando rabia, sexo, violencia, codicia... todo. Ahora, esta acumulación es una locura adentro tuyo. Está en tu interior. Si empiezas con una meditación represiva (por ejemplo, sentándote), estás reprimiendo todo esto, no estás dejando que se libere. Por eso empiezo con una catarsis; primero dejo que tires todas tus represiones al viento y cuando puedes tirar tu rabia al viento, empiezas a madurar. Si únicamente puedo ser amoroso con la persona que amo es porque todavía no estoy maduro; estoy dependiendo de alguien hasta para ser amable, recién ahí puedo ser amable o amoroso. Ese amor va a ser algo muy superficial; no es mi naturaleza. Si estoy solo en mi habitación y no puedo ser amoroso en absoluto es porque la cualidad de amor no llegó a lo profundo, todavía no llegó a formar parte de mi ser. Al hacerte menos dependiente, te hacés más maduro. Si puedes enojarte a solas, eres más maduro; no necesitás ningún objeto para estar enojado.

Por eso, al principio hago de la catarsis un prerrequisito; tienes que tirar todo al aire, al espacio abierto, sin estar conciente de ningún objeto. Enójate sin la persona con quien te gustaría enojarte; llorá y reíte sin motivo. Entonces, puedes tirar todo lo acumulado, y una vez que conoces el camino, te quitas todo el pasado de encima. En un rato puedes descargar toda tu vida; varias vidas. Si puedes dejar que salga toda tu locura, en unos momentos se limpia todo profundamente. Ahora estás limpio, fresco, inocente; eres un niño otra vez. Ahora en tu inocencia, puedes meditar sentado, acostado o como quieras, porque ahora no hay un loco adentro que te perturbe.

El primer paso tiene que ser la limpieza, con una catarsis; porque con ejercicios respiratorios solamente o sentándote solamente, practicando asanas o posturas de yoga, lo único que hacés es reprimir. Y pasa algo muy extraño: cuando has dejado que se expulse todo, el hecho de "sentarse" viene solo. Los asanas se van a dar por si solos, va a ser espontáneo.

Empieza con catarsis y podrá florecer algo bueno dentro tuyo; tendrá una cualidad y una belleza totalmente diferente: será auténtica. Cuando el silencio viene a ti, cuando desciende sobre ti, no es algo falso, no lo estuviste cultivando, solamente desciende sobre ti, te sucede. Empiezas a sentir que crece dentro tuyo, como una madre siente que crece su niño.
(osho)

jueves, 21 de abril de 2011

Babeuf La conpiracion de los iguales


Babeuf, François Noel llamado Gracchus. teórico comunista galo, dirigente de la Conspiración de los Iguales llamada de Babeuf, y principal representante de la izquierda comunista en la gran revolución francesa (Saint Quentin1760-Vendôme1797).. Heredero de la tradición utópica e igualitaria de la ilustración, quiso llevar la revolución hasta sus últimas consecuencias. y lo intentó cuando comprendió que ésta estaba siendo instrumentalizada por una nueva clase dirigente. «Nos dijeron, escribió, que la República era algo magnífico. Lo creímos hasta tal punto lo creímos que para obtenerla, hicimos esfuerzos sobrenaturales. La experiencia no justifica aquellos anuncios magníficos (...) El pueblo confiado y absolutamente sincero tuvo que interpretar literalmente esas expresiones sublimes: igualdad, libertad. Pero !oh, bribones! (...) desde el momento en que una vez que os apoderasteis del sublime movimiento revolucionario, manifestasteis al pueblo que interpretabais dichas expresiones en sentido inverso al del diccionario, el entusiasmo que le inspiraba lógicamente se convirtió en indiferencia o incluso en odio».

Babeuf procedía de una familia protestante (los luteranos fueron duramente perseguidos en Francia hasta 1789), cuyo tutor abandonó Francia con la misión de estrechar los lazos entre los calvinistas y los luteranos galos. Al regresar a Francia cayó en la más absoluta miseria, lo que no le impidió enseñar a su hijo a leer con los mismos periódicos que éste recogía de la calle; también le enseñó el latín y las matemáticas. Al morir el viejo reformador le hizo jurar que dedicaría su vida a luchar por la causa de los pobres, entregándole un libro de Plutarco en el que se hallaba una biografía de Cayo Graco cuya vida él mismo había querido emular y con la cual quería inspirar a su hijo. Con la revolución el joven Babeuf abandonó su labor de empleado y se puso a trabajar en firme en la pequeña ciudad de Roye de Somme, consiguiendo una gran agitación entre los campesinos pobres para que boicotearan el impuesto sobre el vino. Más tarde logró vender las tierras confiscadas a la nobleza y entregó el dinero entre los pobres, lo que le valió el encarcelamiento por parte de los notables burgueses del lugar. Al salir de la prisión marchó hacia París. Allí, al trabajar como funcionario, encontró fraudes en las cuentas y creó a tal efecto una comisión de investigación, pero finalmente debido a las maniobras de los notables, y acabó yendo otra vez a la cárcel.

A continuación, creó el periódico El tribuno del pueblo, en el que se hace portavoz de las masas más radicalizadas. En él llega a escribir que prefería la guerra civil «a esta vergonzosa concordia que estrangula a los hambrientos». Palabras que sentía en sus carnes, pues sólo conocen la miseria. Únicamente trataba con los miserables y sus cargos públicos sólo mostraron su incorruptible personalidad. Así, estando entre los barrotes, murió su hija de siete años, quedando los demás de su numerosa prole en las mismas condiciones de hambrientos.

Nada más salir otra vez de la prisión formó con Darthé, Maréchal, Buonarrotti y otros, la Sociedad de los Iguales, en cuyo Manifiesto exigían: «No más propiedad individual de la tierra, porque la tierra no es de nadie... Declaramos que no podemos tolerar más, que la inmensa mayoría trabaje y sude al servicio de una pequeña minoría. Ya ha durado suficiente tiempo, demasiado tiempo, una situación en la que menos de un millón de individuos dispone de lo que le pertenece a más de veinte millones, de sus semejantes, de sus iguales... Jamás un proyecto tan vasto ha sido concebido y puesto en ejecución. De vez en cuando algunos hombres de genio, ciertos sabios, han hablado de ello en voz baja y temblorosa. Ninguno de ellos ha tenido el valor de decir toda la verdad... iPueblo de Francia: abre los ojos y el corazón a la plenitud de la felicidad, reconoce y proclama con nosotros la República de los Iguales!».

La Sociedad de los Iguales fue inmediatamente disuelta: su igualitarismo democrático era excesivo hasta para la izquierda burguesa y pequeñoburguesa. Entonces Babeuf se vio obligado a trabajar en la clandestinidad, en el acariciado proyecto de una insurrección revolucionaria. Los insurrectos impondrían en el caso de triunfar, una dictadura igualitaria, la República de los Iguales en contra de la aristocracia, los especuladores y los burgueses. Los Iguales tenían unos objetivos que lo situaban como el movimiento más avanzado que había conocido la historia y como el antecedente más inmediato de las ideas marxistas sobre la dictadura del proletariado. Al quedar frustrado el empeño y decapitado el grupo dirigente, el ideario de los Iguales quedó relegado y olvidado durante varias décadas hasta que Buonarrotti lo reconstruyó literariamente influyendo decisivamente en el comunismo francés del siglo XIX, en el blanquismo sobre todo.

El Manifiesto de los Iguales se puede considerar como la primera declaración del suelo, el derecho natural de todas las personas de gozar de los bienes terrenales: «La Naturaleza, decía la primera sección del Manifiesto, ha dado a todos los hombres el mismo derecho de gozar de todos los bienes». Partiendo de aquí proponía la expropiación inmediata de todas las propiedades que pertenecieran a los enemigos del pueblo, la abolición de la herencia para, que la propiedad evolucionase de lo particular a lo colectivo.

Estos principios resumían muy simplemente el sentir de la masa de los «descamisados». Babeuf se considera un eslabón más en la cadena de pensadores igualitarios como muestran estas líneas de su magistral intervención en la defensa de su causa antes de ser guillotinado. Decía: «Pero se dirá que son mis ideas las que harían retroceder a la sociedad a la barbarie. Los grandes filósofos del siglo no pensaban así y yo soy su discípulo.» Continúa haciendo una larga referencia de las ideas de sus procedentes, cita a Rousseau que hablaba de «hombres tan detestables como para atreverse a poseer más de lo necesario, mientras otros se mueren de hambre». Sigue con una referencia de Morelly: «Si seguís la cadena de vuestros vicios encontraréis que el primer eslabón está ligado a la desigualdad de las riquezas».

Prosigue refiriéndose a Diderot: «El cual afirmó que el cetro del báculo del obispo de la humanidad está gobernado por los intereses personales, y que éstos hacen la propiedad, y que es inútil que los filósofos razonen acerca de la mejor forma de gobierno mientras el hecho no llegue hasta las mismas raíces de la propiedad. Diderot, se pregunta sí la inestabilidad y las vicisitudes políticas de los Imperios serían posibles sí todos los bienes fueran poseídos en común, y afirm6 que todo ciudadano debería de tomar de la comunidad lo que necesitara, dando a ésta lo que pudiera. ¡Ciudadanos!, «loco peligroso» es precisamente lo que me habéis llamado a mí por querer introducir la igualdad».

Más adelante echa mano a protagonistas de la misma revolución. De Tallien recogía la siguiente cita: «todo hombre sincero debe de admitir que la igualdad política sin una igualdad real no es más que una cruel ilusión»; de Armand de la Meuse la siguiente: «el peor error de los revolucionarios ha sido su incapacidad para indicar los límites de los derechos de la propiedad, lo que ha traído como consecuencia el abandono del pueblo a las voraces especulaciones de los ricos».

Finalmente se remite a Cristo: «Jesucristo nos ha dicho que amemos al prójimo y no le hagamos a él lo que no quisiéramos que nos hicieran a nosotros; pero he de admitir que el código de la igualdad de Cristo hizo que le acusáramos de conspiración». Concluye con estas palabras: «Pero aquí donde Mably, Diderot, Rousseau y Halvencio fracasaron, ¿cómo iba a tener yo éxito?. Soy un modestísimo discípulo de ellos, y la República es menos tolerante que la monarquía».

Babeuf se pregunta: «¿Por qué había fracasado la revolución?» y su respuesta la encuentra en los antagonismos entre les clases: «¿Qué es una revolución política en general?, ¿Qué ha sido especialmente la revolución francesa? Una guerra declarada entre los patricios y los plebeyos, entre los ricos y los pobres (...). La revolución francesa no ha sido otra cosa que la precursora de otra revolución mucho mayor, mucho más solemne, que será la última».

Se considera a Babeuf como el primer exponente de lo que iba a ser más tarde el socialismo utópico. La particularidad de Babeuf con relación a esto no se debe solamente a su carácter más primitivo, sino también al hecho de que fue un esforzado combatiente de una revolución real y concreta ya que representó de ella, al mismo tiempo, el lado más utópico y el más realista. Se comprometió con un programa que representaba el sentir de la «conciencia inicial del proletariado» y que, aunque no tenía una aplicación posible, representaba una crítica socialista a la Revolución francesa que sería desarrollada por el socialismo ulterior. Hay que subrayar también que la influencia de Babeuf se extendió durante toda la primera mitad del siglo XIX francés.

La obra que presenta un estudio más completo sobre Babeuf es la Claude Mazuriac, Babeuf, realismo y utopía en la Revolución Francesa (Península, Barcelona, 1976; Sarpe, 1987), que comprende una antología de sus principales textos. Otra selección importante es El Tribuno del Pueblo (Júcar, Madrid, 1981). Muy interesante es, por motivos distintos, la novela de Erhemburg (Ilya), La conspiración de los iguales (Júcar, Madrid), y el ensayo de Tierno Galván (Enrique), Babeuf y los iguales. Un episodio del socialismo premarxista (Tecnos, Madrid). Edmund Wilson incluye un capítulo, Los orígenes del socialismo: la defensa de Babeuf en su Hacia la estación de Finlandia (Alianza), en tanto que Christian Rakosvky utiliza sus reflexiones sobre el Termidor francés para describir el ruso en su opúsculo Los peligros profesionales del poder.

miércoles, 6 de abril de 2011

Todo el mundo está casi loco

Por fuera, la vida es un ciclón, un conflicto, una agitación, una lucha constantes. Pero esto es así sólo en la superficie; sólo en la superficie del océano hay olas, ruido enloquecedor, lucha constante. Pero esto no es toda la vida. En lo profundo hay también un centro sin ruido, silencioso, sin conflicto, sin lucha. En el centro, la vida es un flujo silencioso, relajado, un río moviéndose sin forcejeo, sin lucha, sin violencia. La búsqueda se encamina a ese centro interno. Puedes identificarte con la superficie, con lo externo. Entonces habrá ansiedad y angustia. Esto es lo que le ha sucedido a todo el mundo, estamos identificados con la superficie y con la lucha que hay ahí.

La superficie tendrá que ser perturbada; no hay nada de malo en ello. Y si puedes estar enraizado en el centro, la perturbación en la superficie se volverá hermosa, tendrá una belleza propia. Si puedes estar en silencio dentro, entonces todos los sonidos de fuera se vuelven musicales. Entonces nada es malo; todo se vuelve un juego. Pero si no conoces el núcleo interno, el centro interno, si estás totalmente identificado con la superficie, te volverás loco. Y todo el mundo está casi loco.

Todas las técnicas religiosas, las técnicas de yoga, de meditación Zen, son básicamente para ayudarte a estar de nuevo en contacto con el centro, para entrar en ti, para olvidar la periferia, para dejar la periferia por el momento y relajarte en tu propio ser tan profundamente que lo externo desaparezca completamente y sólo permanezca lo interno. Una vez que sabes cómo retroceder, cómo entrar en ti mismo, no es difícil. Se vuelve tan fácil como cualquier otra cosa. Pero si no sabes, si sólo conoces la mente que se aferra a la superficie, es muy difícil. Relajarse en uno mismo no es difícil; no aferrarse a la superficie sí lo es.

Todas estas técnicas son para hacerte valeroso, fuerte, aventurero; para que puedas dejar de agarrarte y caigas dentro de ti mismo. Lo que parece un abismo oscuro, sin fondo, es la base misma de tu ser. Una vez que dejes la superficie, la periferia, estarás centrado.

sábado, 2 de abril de 2011

Señales ( callejeros)

Ni la ironía de la irónica ironía
ni lo falso de la falsa falsedad
me explican lo que explican
los que explican sobre la verdad.

Soy un muerto encerrado
en un cuerpo vivo,
soy un vivo que hace tiempo se murió.
Sólo siento lo que siento
sin sentidos, sólo hay descontrol.

A tu suerte, siempre restale una duda.
a esa duda, una posibilidad.
Si esa posibilidad se vuelve
tan loca, esa es tu verdad.

Para un juez no soy
más que un crimen perfecto.
Para otros, he sufrido
un gran revés.
Sólo soy un bicho
tan roto y tan sediento
como aquella vez.

Los cristales y puñales
son señales, son caminos
que tal vez hay que pasar.
Cuando todo se atropelle,
cuando la vida se calle y la muerte
juegue al juego del disfraz
sólo la sed y la ilusión va a quedar.

El ambicioso sólo habla de ambiciones,
los diarios
mienten a diario y no entendés
como es que tanta gente
sólo compra noticias al revés.

Tal vez te asombra que no crea
ni en mi sombra o te sorprende
que aún así pueda cantar.
Es que cuando la canción canta
verdades ni la censura
ni el rencor la han de callar