lunes, 25 de julio de 2011

El Fútbol y su expresión de agon

El hombre y el juego Fútbol

El juego siempre ha estado presente a través de la historia de la humanidad, desde niños una de las primeras formas de socializar con el entorno es a través del juego, nos acercamos a otros, sentimos nuestras primeras frustraciones, nuestras primeras fascinaciones en este arte de ganar o perder.
En el trascurso del tiempo vital, el juego va perdiendo valor, va tomando un significado de irresponsabilidad, de banalidad, de algo sin importancia, de una actividad que se realiza cuando el tiempo sobra o cuando la situación no amerita encararse seriamente.
Pues bien, el Fútbol no corre mejor suerte en el ámbito de la descripción, si bien es un deporte colectivo que nos acompaña a muchos desde la infancia en cuanto a nuestras primeras formas se socialización con el entorno y además es un deporte que mueve millones de pesos y espectadores semana a semana en el ámbito de la profesionalidad. Con el paso del tiempo el Fútbol se convierte en una actividad menospreciada por intelectuales. “En 1880, en Londres, Rudyard Kipling (Nobel de literatura 1907) se burló del fútbol y de las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan. Un siglo después, en Buenos Aires, Jorge Luis Borges fue más que sutil: dictó una conferencias sobre le tema de la inmortalidad el mismo día, y a la misma hora, en la selección argentina estaba disputando su primer partido en el Mundial del 1978” (Galeano, E, 1995).
Aparte de los altos réditos económicos que deja para muchos poderes o mandamases del balónpie rentado, y la enajenación de masas provocadas por este juego-espectáculo, esta actividad, también es mirada como un deporte o acción recreativa de un fin de semana por gente mas alejada del ámbito del profesionalismo.
En este trabajo abordaremos el fútbol, llevándolo de la cancha o de la galería, al prisma filosófico. Abordaremos temas tales como: el futbol como suspensión de realidad, nos adentraremos en Callois y su clasificación de los juegos y extenderemos una teoría ampliada de los juegos, tras la visón del mismo Autor.

El futbol como suspensión de la cotidianidad.
Según Heidegger el juego, genera un efecto de suspensión de razón y realidad. La razón se suspende ya que, al entrar en un juego, lo cotidiano se vuelve secundario, el tiempo pareciera no existir, la realidad pareciera no importar, los debates de actualidad, pasan a un segundo plano, incluso al entrar en el juego, en el trascurso de este llega el momento en el que incluso la persona se olvida de si y lo único que importa es el juego, este personaje pasa a ser parte del juego, produciéndose así la suspensión de la realidad. En el Fútbol durante noventa minutos, la realidad queda ajena a lo que acontece en lo cotidiano.
Los niños, en el juego de fútbol o también llamado “pichanga”, entran en una especie de trace, fenómeno que ocurre no solo en los infantes, también en cualquier persona que a practicado la actividad. El trance se caracteriza, por abandonar ciertas condiciones externas y experimentar un estado de conciencia diferente.
Los partidos en el barrio o en la calle, no tienen tiempo de duración, pueden durar desde un corto tiempo a todo el día, desde el amanecer hasta que el sol se esconde.
En el fútbol profesional, la contienda dura solo noventa minutos, y en ese transcurso de tiempo, tanto para el jugador, como también para los espectadores, solo existe una realidad y esa realidad es el partido en si. No importa la situación política, no importa las noticias de actualidad, la farándula, la economía. En ese momento lo único que tiene valor e importancia, es la confrontación deportiva agonica.
Remarcando la idea de suspensión de la cotidianidad, en base a lo que denominamos fútbol, como deporte profesional reconocido en la mayoría de los países del mundo, se da el ejemplo de una final de la copa del mundo. Juegan Brasil versus Italia, máximos exponentes de fútbol y con una clara historia que los avala. En este partido, en ambos países que están en un enfrentamiento, los ciudadanos (no todos, si no más bien la mayoría de ellos), dejan sus quehaceres del diario vivir, suspendiendo reuniones, postergando salidas, citas románticas, la cámara de diputados entra en receso, entre otros, quedan fuera hasta un nuevo aviso, o cosas más cotidianas como dejar de cocinar. Se forma un ambiente de expectación y dedicación completa por poder ver aquel encuentro.
Comienza el partido, ambas hinchadas desde cualquier parte del planeta, mas los espectadores que están en el estadio, así como también las personas sin nación participante en la gesta deportiva, están desde sus casas, como si estuvieran en el estadio, su cuerpo esta frente a la televisión, sin embargo, su mente sus almas están en esa final. Todo deja de existir simplemente, miran el fútbol de una manera atrayente y apasionada, destacando la motivación y un animo que solo se manifiesta en estos noventa minutos que se juega la contienda, se forma un mundo aparte, de lo que ellos están mirando, a lo que realmente esta pasando, un mundo paralelo al presente que deja de lado todo acción del mundo real.



El Fútbol y su expresión de agon


Roger Callois, en el año 1986, en su libro “los juegos y los hombres”, realiza una clasificación de los diferentes tipos de juegos según su aspecto y esencia. Define así cuatro categorías fundamentales de clasificación: Agon, Alea, Mimicry e-Ilinx:
Agon. Todo un grupo de juegos aparece como competencia, es decir, como una lucha en que la igualdad de oportunidades se crea artificial¬mente para que los antagonistas se enfrenten en condiciones ideales, con posibilidad de dar un valor preciso e indiscutible al triunfo del vence¬dor. Por tanto, siempre se trata de una rivalidad en torno de una sola cualidad (rapidez, resistencia, vigor, memoria, habilidad, ingenio, etc.), que se ejerce dentro de límites definidos y sin ninguna ayuda exterior, de tal suerte que el ga¬nador aparezca como el mejor en cierta catego¬ría de proezas (Callois, 1986).
Alea : todos |os juegos basados en una decisión que no depende del jugador, sobre la cual no podría éste tener la menor influencia Mejor dicho, el destino es el único artífice de la victoria y, cuando existe rivalidad, ésta significa exclusivamente que el vencedor se ha visto más favorecido por la suerte que el vencido.
Mimicry. Todo juego supone la aceptación tem¬poral, si no de una ilusión. El juego puede consistir, no en desplegar una actividad o en soportar un destino en un medio imaginario, sino en ser uno mismo un per¬sonaje ilusorio y conducirse en consecuencia
Y por último, Ilinx. Un último tipo de juegos reúne a los que se basan en buscar el vértigo, y consisten en un intento de destruir por un instante la estabilidad de la percepción y de infligir a la conciencia lúcida una especie de pánico voluptuoso.
El fútbol, esta inmerso en la categoría de Alea, ya que se enfrentan dos oponentes en igualdad de condiciones (dos equipos compuesto por once jugadores cada uno, los que deberán introducir un balón en un arco rival).
Desde los inicios del fútbol, desde sus vestigios más arcaicos, el futbol se presenta como una competencia, incluso a veces brutal, como por ejemplo es un juego de balón realizado en el imperio maya el equipo perdedor, pagaba con su vida la derrota en la gesta deportiva.
El Agon siempre se trata de una rivalidad en torno de una sola cualidad (rapidez, resistencia, vigor, memoria, habilidad, ingenio, etc.), que se ejerce dentro de límites definidos y sin ninguna ayuda exterior, de tal suerte que el ga¬nador aparezca como el mejor en cierta catego¬ría de proezas. Esa es la regla de las competen¬cias deportivas y la razón de ser de sus múltiples subdivisiones, ya opongan a dos individuos o a dos equipos. La cualidad en el fútbol, tiene que ver con la conjunción de muchas habilidades (rapidez, destreza, habilidad, ingenio, entre otras), las que mancomunadas hacen que un equipo se alce con la victoria final y esta consiste en la hazaña de doblegar al oponente, introduciendo el balón en el arco rival. El fútbol, es un deporte colectivo, compuesto por once jugadores por equipo y un árbitro que se encarga de cumplir las reglas del deporte. Los equipos deben introducir el balón en un arco. Las medidas de la cancha son 120 metros de largo por 90 de ancho.
Estas reglas, parámetros y cantidad de jugadores varían en el fútbol amateur o por diversión, pero no cambia el objetivo de la gesta, doblegar al rival introduciendo el balón en el arco contrario, a esto lo llamaremos Gol.
“La práctica del agon supone por ello una atención sostenida, un entrenamien¬to apropiado, esfuerzos asiduos y la voluntad de vencer. Implica disciplina y perseverancia. Deja al competidor solo con sus recursos, lo in¬vita a sacar de ellos el mejor partido posible, lo obliga en fin a usarlos lealmente y dentro de los límites determinados que, siendo iguales para todos, conducen sin embargo a hacer indiscuti¬ble la superioridad del vencedor”.(Callois, 1986)

El fútbol y su expresión de Mimicry

Mimicry. Todo juego que supone la aceptación tem¬poral, si no de una ilusión (aunque esta última palabra no signifique otra cosa que entrada en juego: in-lusio), cuando menos de un universo cerrado, convencional y, en ciertos aspectos, fic¬ticio. El juego puede consistir, no en desplegar una actividad o en soportar un destino en un medio imaginario, sino en ser uno mismo un per¬sonaje ilusorio y conducirse en consecuencia. Nos encontramos entonces frente a una serie variada de manifestaciones que tienen como ca¬racterística común apoyarse en el hecho de que el sujeto juega a creer, a hacerse creer o a hacer creer a los demás que es distinto de sí mismo. El sujeto olvida, disfraza, despoja pasajeramente su personalidad para fingir otra. (Callois, 1986).
Cada hombre de fútbol de domingo en cancha de tierra, con zapatos gastados, juega a creer, juega a creer que esta en la mejor liga del mundo, que será el próximo nominado a la selección, que su gol aparece en los noticiarios de todos los canales este domingo.
Cada hincha o fanático o simplemente simpatizante, mientras mira la televisión o esta en la galería del estadio, imagina que esta dentro del campo de juego y le grita a su jugador donde dar el pase, que hacer con el balón, incluso de pie en el living de su casa, realiza el perfecto gesto técnico de cómo lanzar de mejor manera y dotado de hermosura un tiro libre al ángulo del rival.
En estas acciones el hombre, se olvida quien es, de su profesión, de donde esta en ese momento y pasa a ser otro, para a ser otro ser, el sueño toma posesión de él, la virtud de ser el mejor del mundo en aquel deporte se apoderan de su instante presente. Pasaran los noventa minutos y el hombre ya mas sereno volverá a ser quien es, seguramente el estudiante preparara la mochila para el día lunes y seguirá imaginando como aquel golpe de cabeza al balón no fue a dar al fondo del arco.
El mimicry basa su concepto en el mimetismo, en la transformación del sujeto a convertirse en otro. Este proceso, ocurre lenta y previamente antes del cotejo, sobretodo en el hincha del fútbol en aquel fanático que se disfraza en torno a su tribu (equipo de fútbol). Pinta su rostro con sus colores, se disfraza con el atuendo sagrado para la ocasión (camiseta y bandera incluida), empieza una transformación de carácter psicológico, crea cantos, rituales, cabalas, ceremonias, bandas, entre otras acciones, para salir al templo sagrado llamado estadio o cancha de fútbol, incluso aquel fanático que mira el partido por televisión o escucha como antaño el partido por radio, él esta mimetizado, en cuerpo y alma en otra persona, el ritual lo ha vuelto otro que no es la misma persona que encontraremos a diario en el trabajo o la esquina del barrio. El ritual previo de convertirse en hincha, de convertirse en parte de la tribu fútbol, es el camino mágico alumbrado por estrellas y sueños de victoria a la transformación de la persona en otro, mientras dura el juego.

Teoría ampliada

La teoría ampliada de Callois, confiere la unión o rechazo de dos unidades estructurales del juego, estas se pueden complementar o rechazar, aquí veremos como se relacionan las anteriormente estudiadas en profundidad en el caso del fútbol ( agon y mimmicry).
LAS ACTITUDES elementales que rigen los juegos —competencia, suerte, simulacro, vértigo— no siempre se encuentran aisladas. En repetidas ocasiones se ha podido comprobar que eran ap¬tas para conjugar sus seducciones. Numerosos juegos se basan incluso en su capacidad de aso¬ciación. Sin embargo, aún falta que principios tan marcados concuerden indistintamente. To¬mándolas sólo de dos en dos, las cuatro actitu¬des fundamentales permiten en teoría seis con¬junciones posibles y sólo seis. Una a una, cada cual se conjuga con una de las otras tres. (Callois, 1986).
Competencia-simulacro (agon-mimicry);
Una combinación análoga existe entre el agon v la mimicry Ya antes he tenido la ocasión de subrayarlo: toda competencia es en sí un espectáculo. Se desarrolla según reglas idénticas y en la misma espera del desenlace. Pide la pre¬sencia de un público que se precipita a las ta¬quillas del estadio o del velódromo, como lo hace a las del teatro o del cine.
Los antagonistas son aplaudidos a cada tanto que se apuntan. Su lucha tiene peripecias que corresponden a los distintos actos o a los epi¬sodios de un drama. En fin, éste es el momen¬to de recordar hasta qué grado son personajes intercambiables el campeón y la estrella. Una vez más, hay aquí una combinación de dos ten¬dencias, pues la mimicry no sólo no es nociva para el principio del agon, sino que lo refuerza por la necesidad en que está cada competidor de no defraudar a un público que lo aclama y lo domina a la vez. Se siente en una represen¬tación, está obligado a jugar lo mejor posible, es decir, por un lado con perfecta corrección y, por el otro, esforzándose al máximo por obtener la victoria (Callois, 1986).
En el deporte llamado futbol el asistente es conocido como hincha, el origen de la palabra se remonta a principios del siglo XX, a la republica del Uruguay, donde cuenta la leyenda, existía un talabartero, es decir un hombre encargado de inflar o hinchar los balones para el juego y este personaje de nombre prudencio miguel reyes, arengaba con tal devoción a los jugadores de su club que sobresalía por el resto, desde ese momento cuenta la leyenda que se empezó a mencionar la frase: “mira como grita el hincha”.
Rara vez el hincha dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros». Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música (Galeano, E. 1985).
El fanático es el hincha en el manicomio, El fanático llega al estadio envuelto en la bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta. Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso. La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin vocación o el ningún empleo: liberado por un día, el fanático tiene mucho que vengar. En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo ve. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de batalla. (Galeano, E. 1995).
A los anteriores estados de efervescencia, sumados a los once jugadores en el campo de juego, encontramos una amalgama especial, una amalgama, que sumada es mas que por si sola. Al hincha no se le puede decepcionar, él exige la vida por sus colores, que los jugadores entreguen lo mejor de si en el campo de juego y ellos lo saben, semana tras semana se juegan el destino en cada jugada, en cada partido. El aliento desde las tribunas muchas veces los puede levantar o simplemente destrozar.
“Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria; qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos, o llora su derrota; otra vez nos estafaron, juez ladrón. Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del carnaval” (Galeano, E 1995).
El resultado, será una anécdota, el hincha volverá el próximo domingo a envestirse de los ropajes que lo convierte en protagonista, mientras que los gladiadores, se prepararan toda la semana para el siguiente combate. Agon y mimicrix se prepararan por separado, para la siguiente contienda, el hincha imaginara el partido, y los jugadores prepararan su estrategia, todos se volverán a encontrar el próximo fin de semana.
Para finalizar quisiéramos compartir un cuento de Eduardo Galeano, de su libro el Fútbol a sol y sombra escrito en el año 1985. Quien refleja de muy Buena forma que el es futbol:
“La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí. En este mundo del fin de siglo, el fútbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable. A nadie da de ganar esa locura que hace que el hombre sea niño por un rajo, jugando como juega el niño con el globo y como juega el gato con el ovillo de lana: bailarín que danza con una pelota leve como el globo que se va al aire y el ovillo que rueda, jugando sin saber que juega, sin motivo y sin reloj y sin juez. El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue. La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía. Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad”.

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