martes, 20 de diciembre de 2016

Un sentido del humor que trasciende la mente

Es cierto que el sentido del humor forma parte de la mente, pero eso no quiere decir que ésa sea su finalidad. Existe un sentido del humor que es percibido incluso por el cuerpo, existe un sentido del humor que es percibido por la mente y existe un sentido del humor que es percibido tan sólo cuando trasciendes la mente. Todos ellos difieren en sus cualidades. Por ejemplo: a un niño pequeño cuya mente aún no se ha desarrollado puedes hacerle reír sencillamente acariciándole el vientre. ¡Y disfrutará muchísimo con ello!... Tú no conocerás placer igual en ti vida. Ahora bien, en eso la mente no está en absoluto implicada. Simplemente le has hecho cosquillas, has tocado las partes sensibles de su cuerpo. Por lo general, el humor se debe a tergiversaciones –reales o imaginariasque tienen sus raíces en la mente. La mayoría de los chistes son humorísticos porque son inesperados, porque tienen giros imprevistos. Toda la ciencia del chiste radica en conducirte hacia cierto clímax de expectación paso a paso y entonces, de súbito, aparece un giro que nunca te hubieras imaginado. Toda la tensión que estabas acumulando estalla en risas. Será mejor que te cuente uno. Dany descubrió que su esposa se entendía con otro, de modo que visitó a la esposa de aquel otro y le contó. -¡Ya sé lo que haremos! –le dijo a ella-. ¡Nos vengaremos! De modo que se dirigieron a un motel y se vengaron. Y luego ella le volvió a decir: -¡Venguémonos un poquito más! Y de esta manera se fueron vengando y vengando. Finalmente, Dany le dijo: -¡Ya está bien de venganzas! ¡No me queda ya resentimiento alguno! Si el final se desarrolla de una forma inesperada que nunca te hubieras podido imaginar, te hace estallar en risas. Es una liberación de la tensión. Un reciente estudio sobre las prácticas sexuales de los hombres reveló que tras el acto sexual, el veinte por ciento se daba la vuelta y se echaba a dormir; que el dos por ciento se daba una ducha; que el tres por ciento abría el refrigerador para tomarse algo; y que el setenta por ciento se levantaba, se vestía y se iba a casa. De modo que es cierto que la mayoría del humor de la vida nace de la mente cuando se encuentra a sí misma ante una situación inesperada. Es posible que la risa surja de la no mente, de la meditación, pero ésa será una risa de una calidad completamente distinta. Uno se reirá de sí mismo. Por ejemplo: cuando Bodhidharma se iluminó, por primera vez entró en el mundo de la no mente y se puso a reír. ¡Y no se detuvo hasta que murió! Muchos le preguntaban: -¿Por qué te estás riendo siempre? Y él les contestaba: -Continúo riéndome porque he estado buscando aquello que siempre ha estado dentro de mí. He sido un gran idiota. Todavía no puedo creerme que durante tanta vidas haya estado buscando algo que ya estaba en mi interior. En realidad, el buscador era lo buscado, el buscador era la meta. No había otra meta a la que llegar más que a mí mismo. Y cuando veo a los demás haciendo lo mismo, no puedo dejar de reírme de la ridiculez de toda esa búsqueda, de toda la espiritualidad. Es tuyo y andas buscándolo. Nunca lo perdiste y lo estás buscando. No hay forma de perderlo y lo buscas. Aunque quieras perderlo, no puedes, porque tú eres eso. De modo que uno se ríe, pero no de los demás. Siempre te ríes de tu ridícula búsqueda. En el instante en que trasciendes la mente, entonces te vuelves consciente de que: “¡Dios mío! Este lugar siempre ha estado en mí y yo he estado buscando en los rincones más alejados de la Tierra. He ido a los Himalayas, he ido a ver a santos, me he disciplinado siguiendo arduas técnicas, he ayunado, me he torturado a mí mismo, lo he intentado todo y… está dentro de mí”. Oí de un buscador americano. Era un hombre muy rico y lo tenía todo. Así que se hartó. Cuanto más tienes, más te vas dando cuenta de que eso no te satisfará. El hombre pobre se encuentra en un estado mental algo mejor porque puede albergar esperanza de tener una casa mejor, un trabajo mejor, un salario más elevado, un coche mejor. A su alrededor pululan millones de esperanzas que nunca podrán ser satisfechos… y es bueno que no sean satisfechas. El hombre muy rico se encuentra en una situación un tanto extraña: todas sus esperanzas se han visto cumplidas y sus manos están aún vacías, su ser está vacío; no ha encontrado nada. La vida le ha engañado. Esas expectativas han resultado ser espejismos. De este modo, aquél hombre empezó a buscar a algún sabio que pudiera mostrarle el camino para hallar lo real, lo supremo, la verdad absoluta. Y se marchó por todo el mundo buscando, hasta que se cansó. Entonces volvió a su tierra donde alguien le dijo: -En las llanuras nunca encontrarás a un sabio así. Has de ir al Himalaya. He oído que allí hay un anciano… nadie sabe su edad, nadie sabe exactamente su edad. Si eres capaz de encontrarle, quizás tu búsqueda llegue a su fin. Aquel hombre era empecinado, testarudo. El viaje era arduo, difícil, pero lo consiguió. Agotado, y andrajoso, llegó y vio al anciano sentado bajo un árbol en medio de la eterna nieve. Él estaba tan cansado que ni siquiera podía dar un paso más. A cuatro patas se acercó al anciano, cayó a sus pies y le dijo: -Al fin te he encontrado. Me había dicho que llegar hasta ti era difícil, pero ha sido aún más difícil de lo que me imaginaba. Pero Díos es misericordioso. Dime ahora cómo puedo encontrar la paz, el gozo, la sabiduría. Aquel anciano le miró y le dijo: -Lo primero es lo primero. ¿Tienes algún cigarrillo americano? Él no podía creerlo: ¿Era oportuna aquella clase de pregunta? Pero discutir con aquel viejo no estaba bien, pues podía enfadarse. Le contestó: -Sí. Y sacó los cigarrillos que le quedaban y en encendedor. El anciano los cogió y empezó a fumar mientras él, agotado, le miraba. -¿Qué está pasando?- Y le dijo: -¿Qué hay de mí? El anciano le dijo: -Espera. Deja que termine el cigarrillo. He estado esperando que alguien me trajera un cigarrillo. Y he esperado durante años. El hombre le dijo: -Me estoy muriendo, estoy cansado y tú te estás fumando mis cigarrillos delante de mí. ¡Y yo que te creía iluminado! Él le contestó: -No te preocupes. Estoy iluminado, pero estar iluminado no significa que no pueda fumar un cigarrillo. ¿Quién te dijo eso? El otro le dijo: -Nadie, pero me imaginaba que los cigarrillo eran cosa de la gente corriente. El anciano le respondió: -Estás equivocado. Puedes verlo por ti mismo; eres testigo de ello. Estás viendo a un iluminado fumarse un cigarrillo. Él le dijo: -No quiero hablar de eso. Tan sólo dime, indícame qué he de hacer, porque la vida es corta y estoy muy cansado. -Ahora, vuelve a casa –le contestó-; descansa bien y luego regresa otra vez. Y la próxima vez no te olvides de traerme un puro habano, porque sin un puro habano nunca digo la verdad a nadie. El hombre se quedó anonadado pensando: “Nunca he escuchado algo así… he leído todas las escrituras, he escuchado grandes sermones, pero nunca había oído que fuera necesario un puro habano antes de poder decir algo sobre cómo hallar la verdad”. Él le dijo: -Cada iluminado es único; así soy yo. Depende de ti. Si no quieres venir, no vengas porque ya he enviado a otros muchos que sí volverán. ¿Cómo te imaginas que puedo vivir aquí? No eres el único tonto que ha venido buscándose a sí mismo. Otros muchos han venido y muchos otros vendrán. Y yo les pongo una condición sencilla: que me traigan un puro habano. El hombre le dijo: -De acuerdo. Volveré a casa y si aún estoy vivo te traeré un puro habano. Pero prométeme que no me pondrás una nueva condición. -Deberías recordar que los iluminados nunca prometen nada, -le respondió el anciano- ¿Quién puede predecir el mañana? Puede que cambie de idea, puede que rehúse el puro habano. Tú haz lo mejor que puedas, yo lo haré lo mejor que pueda y entonces veremos qué sucede. Pero ahora, ¡piérdete! Con los cigarrillos que me has traído me basta. ¡Déjame disfrutarlos! El hombre se quedó tremendamente frustrad, pero mientras regresaba poco a poco empezó a reflexionar: “Quizás el mensaje encierra algo. Me ha dicho que me fuera a casa y descansara. Quizá hablaba alegóricamente. ¿Dónde está mi casa?”. Había leído en los libros que el verdadero hogar está en el interior de uno mismo. ¿Y cómo encontrar ese hogar? “Mantén un estado mental muy relajado, totalmente descansado, y encontrarás tu hogar”. Se dijo a sí mismo: -¡Dios mío! Me lo ha dicho y ni siquiera se lo he agradecido. Ta sólo por agradecimiento le llevaré el puro habano. Esta historia me encanta. No sé si ese hombre regresó o no regresó, no sé si el viejo se refería a lo que el hombre se imaginó sobre el hogar y el descanso; tampoco eso está muy claro. Pero fuera cual fuera la situación, el hombre captó el mensaje. Dio vuelta atrás, se relajó, descansó y trató en primer lugar de adentrarse en su ser interior… para encontrar su hogar… porque las paredes de tu casa no son tu hogar. Tú cuerpo es la pared, tu mente es la pared. Tras tu cuerpo y tu mente se encuentra tu verdadero hogar, el verdadero origen de tu vida. Cuando alguien lo encuentra, se pone a reír diciendo: “Me mantenía cabeza abajo innecesariamente, contorsionaba mi cuerpo con ejercicios de yoga, ayunaba, iba en peregrinación a lugares santos, me torturaba a mí mismo en la montañas, en los desiertos, ¡y todo el tiempo llevaba mi verdad en propio interior!”. Siempre que alguien lo encuentra, ¿acaso creen que no se pone a reír, a reírse de sí mismo? La mente se ríe de los demás. Tras la mente se encuentra una sólo risa. Pero resuena por los siglos de los siglos. El lugar donde Bodhidharma se iluminó… yo he estado en ese sitio. Se iluminó hace mil cuatrocientos años y la gente construyó un templo en su memoria en el lugar en que el río por primera vez. Y la historia dice que si te sientas en ese templo, aún puedes escuchar las risotadas. Hay una estatua de Bodhidharma… era un hombre muy raro. Si te encontraras con él por la noche, nunca volverías a salir de casa después de anochecer. Tenía unos ojos tan grandes que con sólo una mirada era suficiente para que te iluminaras. Y su risa ha de haber sido una gran carcajada porque tenía una gran, una prominente barriga. Incluso en sus estatuas, su barriga tiene pliegues. Yo no tuve tiempo para sentarme en el templo, pero sé que si tú te sientas en el templo, en el silencio del bosque, puede que oigas aún sus carcajadas. Quizá las montañas, los árboles, las rocas en torno al templo, vibren todavía con ese gran hombre. He indagado en las vidas de muchos grandes hombres, pero Bodhidharma sigue siendo un caso aparte… muy extraño y singular. Es posible que su risa fura tan infecciosa que los árboles empezaran a reír y que las montañas empezaran a reír. Aunque Bodhidharma está muerto, todavía se están riendo; no pueden detenerse. Y si vas con esa idea, quizá puedas oírle… o imaginártelo. Pero me he encontrado con gente que le ha oído, porque me lo han dicho. Yo estuve allí, pero sin tiempo para quedarme en el templo… porque el momento adecuado es a media noche, cuando él se iluminó. Y particularmente en la luna llena de un determinado mes. Si entonces te quedas en el templo, a media noche hay todas las probabilidades de que o bien oigas su risa, o empieces tú a reír. Y eso es lo que estoy haciendo. ¡Cómo puedes ser tan estúpido! ¡Un hombre muerto hace mil cuatrocientos años y tú aquí sentado esperando oír sus carcajadas! El cuerpo tiene sus propias zonas sensibles: los puntos “G”. La mente se ríe siempre de los demás. La no mente sólo se ríe de su propia ridiculez. Pero el sentido del humor se extiende por todo el ser: desde el cuerpo a la mente y al alma. En realidad todo tiene su contrapunto en el cuerpo, en la mente y en el alma. Lo más puro está en el alma y lo más tosco en el cuerpo. La mente se encuentra justo en medio de los dos; medio primitiva, medio cultivada. De esta manera esos tres niveles de tu cuerpo funcionan armónicamente. Y de tanto en tanto encuentras algo que funciona simultáneamente en los tres niveles. Por ejemplo: Cuando Bodhidharma río, no pudo haber sido exclusivamente una risa de la no mente. Ha de haber descendido a la mente, ha de haber creado ondas en la mente; ha de haber descendido hasta el cuerpo creando ondas en el cuerpo. Somos una unidad orgánica. Cualquier cosa que suceda en un determinado lugar, reverbera por todo nuestro ser. De ahí mi énfasis en el sentido del humor. Soy el primer hombre en toda la historia de la humanidad que trata de convertir el sentido del humor en una cualidad sagrada, en una cualidad espiritual. Todas tus mal llamadas religiones son excesivamente serias. Para mí, seriedad es enfermedad. La risa es sana, es bella, grácil y posee la cualidad de la danza. Estoy absolutamente a favor de la risa y en contra de la tristeza. La tristeza es una enfermedad y se encuentra muy próxima a la muerte. La risa es vida y se encuentra muy próxima a la vida universal, al mismísimo Dios que se extiende en todas direcciones.

Osho.


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