jueves, 23 de julio de 2015

Risa

 Ya lo decía Erasmo de Rotterdam: "Reírse de todo es propio de tontos, pero no reírse de nada lo es de estúpidos". Habría que añadir, en cualquier caso, que la única opción saludable de las dos es la primera: la risoterapia o la terapia del humor ofrece múltiples beneficios físicos y psicológicos al organismo.
    Según el psiquiatra estadounidense William Fry, cinco minutos de risa equivalen a 45 minutos de ejercicio ligero. Vamos, que troncharse a carcajadas es fuente de salud: ayuda a la circulación de la sangre, da un masaje vibratorio a todo el cuerpo, aleja temores, aumenta la capacidad pulmonar, elimina toxinas, potencia el sistema inmunológico...
    Recientemente, un equipo de investigadores de la Universidad de California ha ido más allá. Acaban de descubrir el lugar donde se localiza el sentido del humor: una zona del cerebro--de dos centímetros cuadrados--basta para hacer desternillarse al tipo más serio. La risa puede utilizarse como medicina para algunos males del cuerpo y del alma, tanto es así que muchos hospitales de Europa Central tienen en sus plantillas grupos de payasos.
    El humor está en la circumvolución izquierda frontal superior del cerebro, en el área motora suplementaria, según el descubrimiento de unos científicos de la Universidad de California. El experimento se hizo estimulando esa zona en el cerebro de una niña de 16 años, mientras hacía diferentes tareas. Si era suave, la niña sonreía, si la estimulación aumentaba, estallaba en risas. Ella lo atribuyó a la foto de un caballo, un párrafo que estaba leyendo o a la presencia de los investigadores.
    La risa como fuente de salud ya aparece en la Biblia. "Un corazón alegre es como una buena medicina, pero un espíritu deprimido seca los huesos". El hombre, el único animal dotado con la capacidad de reír, siempre ha tenido a mano un considerable poder curativo que, en muchas ocasiones, no ha sabido usar. Un viejo consejo chino afirma que para estar sano hay que reír 30 veces al día. Los expertos consultados dicen que vale con tres, siempre y cuando cada sesión dure al menos un minuto.
    Richard Mulcaster (1530-1611) recomendaba a sus alumnos reírse. "Este tipo de ayuda será mucho más eficaz si los que lo desean pueden soportar que les hagan cosquillas en los sobacos, pues abundan pequeñas venas y arterias, que al ser cosquilleadas se hacen más cálidad y por ello dispersan el calor por todo el cuerpo". Los niños están mucho más predispuestos a reír que los adultos. Estudios recientes calculan que un niño de seis años se ríe 300 veces al día; un adulto lo hace entre 15 y 100.
    Muchos expertos actuales citan a Rabelais como el primer médico que, en el siglo XVI y de forma seria, aplicó la risa como terapia. Robert Burton, clérigo y erudito inglés de la misma época, fue más lejos con su obra Anatomy of Melancholy: "La compañía alegre no debe separarse de la música, ambas son necesarias: la alegría prorroga la vida, da buen juicio, da juventud al cuerpo, le da vida... Hacer locuras no está mal, festea a menudo y ten amigos alegres, cuyas bufonadas puedan contentarte".
    El profesor medieval de cirugía Henri de Mondeville señalaba que la alegría era una herramienta definitiva para ayudar a recuperar a los pacientes, cuyas vidas debían dirigirse hacia la felicidad. Para llegar a tan ambiciosa meta, De Mondeville lo tenía claro: "Hay que permitir que sus pacientes y amigos lo alegren y que alguien le cuente chistes... Mantener el espíritu del paciente con música de violas y salterios de diez cuerdas".
    En el Medievo llegó a tenerse al bufón por un auténtico sanador. La estrella de la época era Bernardino II Matello, que vivió a finales del siglo XV al servicio de Isabel de Este. Cuando el hermano de ésta, Alfonso--esposo de Lucrecia Borgia--enfermó, envió a Matello. Meses después, éste regresó con una carta de un Alfonso recuperado: "Es imposible que imagine nadie el recreo y placer que me ha proporcionado este bufón, él ha sido la causa de que la carga de mi enfermedad pareciese más ligera".
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    El médico inglés William Battie propuso por primera vez el tratamiento de los enfermos mentales durante el reinado de Jorge III: "Se ha dicho que tuvo un paciente con anginas que amenazaban con ahogarle. Battie había intentado todos los remedios y tuvo que recurrir a las locuras. Se colocó mal la peluca, deformó su rostro e interpretó una locura tan deliciosa que su paciente, tras mirarle, rompió a reír de tal modo que se abrió el impóstumo y salvó al paciente de una muerte inminente".
    Las virtudes de la risa son muy claras y todos los especialistas coinciden: hace que se mueva el diafragma, aumenta la capacidad pulmonar mejorando la respiración, fortalece el corazón, facilita las digestiones al hacer vibrar el hígado, baja la hipertensión aumentando el riego sanguíneo, tonifica los músculos... Sólo con una carcajada continuada se activan la casi totalidad de los 400 músculos que hay en el rostro, algo que no ocurre con un rictus serio.
    Según los estudios de José Elías, uno de los mayores expertos españoles en la materia, un minuto de risa diario equivale a 45 minutos de relajación. Dice: "Reírse incrementa la autoestima y la confianza en personas deprimidas, supone un refuerzo inmunológico, corta los pensamientos negativos (ya que no podemos reír y pensar al mismo tiempo) elimina el miedo y ayuda a minimizar los problemas; reír antes de acostarse fatiga el cuerpo y combate el insomnio".
    La mejor arma es la risa; lo saben los esquimales. Frente a los duelos de pistolas, los moradores de Groenlandia preferían los duelos de ridículo. Ante la tribu, los dos contendientes, frente a frente, se insultaban y ridiculizaban. Las carcajadas de los asistentes señalaban al vencedor: el humillado se tomaba la cuestión tan en serio que a veces prefería el exilio a que cada día continuasen riéndose. Duelos a un lado, reírse ayuda a desinhibirse, aleja la timidez y facilita la comunicación social.
    En los hospitales de Europa Central es habitual tener en plantilla payasos profesionales. La razón: los niños se recuperan antes con el humor. En España, la risa ha conseguido resultados positivos en los hospitales del Niño Jesús (Madrid) y en el Son Dureta (Mallorca). F.J. Rodríguez dice en Humor y medicina (Editorial Algazara): "Las emociones negativas producen cambios químicos nocivos para el cuerpo y las positivas demuestran unos valores que no debemos desaprovechar".
    España ocupa un lugar discreto en el escalafón de esta terapia. Así lo deja entrever el psicólogo José Elías. Su centro--en Madrid--es, junto con la Escuela de la Terapia de la Risa (Barcelona), una de las sedes de la risa curativa en España. Su método consiste en "usar la carcajada para liberar al paciente de las enfermedades". Se trabaja en grupos de 4 0 5 personas, se busca la risa con vídeos, conversaciones, cosquillas... Se imparten cursos de cuatro meses y también se aplican terapias individuales.
    Muchas son las sustancias que se liberan y las buenas consecuencias que se derivan. En primer lugar, las endorfinas, una especie de morfinas segregadas por el cerebro, con altos poderes analgésicos y que, por lo tanto, mitigan el dolor. En segundo lugar, la adrenalina, un componente que en buena medida potencia la creatividad y la imaginación. La risa, además, libera dopamina (que mejora el estado de ánimo) y serotonina (que posee efectos calmantes).
    La risa puede ser señal de enfermedad. Las carcajadas aberrantes se dan en tres desórdenes neurológicos: parálisis pseudobulbar, esclerosis lateral y esclerosis múltiple. Es habitual que las enfermedades del sistema nervioso como la esquizofrenia, depresión o manía estén acompañadas de muecas sin sentido. A veces, la risoterapia está contraindicada en: pacientes con incontinencia urinaria, con insuficiencias cardíacas, postoperados y en las mujeres durante el postparto.
    Los países que están a la cabeza en el aprovechamiento de la risa como terapia son EEUU, Canadá y Suiza. La escuela que más se ha dedicado al sentido del humor como instrumento de curación ha sido la Terapia Racional Emotiva, de Albert Ellis. Éste afirma: "La perturbación emocional suele consistir en exagerar la importancia de las cosas". Sus recursos humorísticos: desde obscenidades atrevidas hasta juegos de palabras, pasando por todo tipo de extravagancias.
   "Todos los niños son titiriteros y acróbatas por naturaleza. Además, por ser un cómico nato, al oír al público gritar y reír me olvidaba de los chichones que al principio podía sufrir". La frase es de la bayeta humana, nombre con el que conocía al pequeño Buster Keaton en sus inicios artísticos con la familia. Mientras la madre tocaba el acordeón, el padre le lanzaba de aquí para allá despertando la risa del público. ¿El mejor calmante para las secuelas de tan peligroso trabajo? Según Keaton, el humor.

Extraído
de http://www.udel.edu/fllt/faculty/jmperez/Risa.html

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