jueves, 21 de abril de 2011

Babeuf La conpiracion de los iguales


Babeuf, François Noel llamado Gracchus. teórico comunista galo, dirigente de la Conspiración de los Iguales llamada de Babeuf, y principal representante de la izquierda comunista en la gran revolución francesa (Saint Quentin1760-Vendôme1797).. Heredero de la tradición utópica e igualitaria de la ilustración, quiso llevar la revolución hasta sus últimas consecuencias. y lo intentó cuando comprendió que ésta estaba siendo instrumentalizada por una nueva clase dirigente. «Nos dijeron, escribió, que la República era algo magnífico. Lo creímos hasta tal punto lo creímos que para obtenerla, hicimos esfuerzos sobrenaturales. La experiencia no justifica aquellos anuncios magníficos (...) El pueblo confiado y absolutamente sincero tuvo que interpretar literalmente esas expresiones sublimes: igualdad, libertad. Pero !oh, bribones! (...) desde el momento en que una vez que os apoderasteis del sublime movimiento revolucionario, manifestasteis al pueblo que interpretabais dichas expresiones en sentido inverso al del diccionario, el entusiasmo que le inspiraba lógicamente se convirtió en indiferencia o incluso en odio».

Babeuf procedía de una familia protestante (los luteranos fueron duramente perseguidos en Francia hasta 1789), cuyo tutor abandonó Francia con la misión de estrechar los lazos entre los calvinistas y los luteranos galos. Al regresar a Francia cayó en la más absoluta miseria, lo que no le impidió enseñar a su hijo a leer con los mismos periódicos que éste recogía de la calle; también le enseñó el latín y las matemáticas. Al morir el viejo reformador le hizo jurar que dedicaría su vida a luchar por la causa de los pobres, entregándole un libro de Plutarco en el que se hallaba una biografía de Cayo Graco cuya vida él mismo había querido emular y con la cual quería inspirar a su hijo. Con la revolución el joven Babeuf abandonó su labor de empleado y se puso a trabajar en firme en la pequeña ciudad de Roye de Somme, consiguiendo una gran agitación entre los campesinos pobres para que boicotearan el impuesto sobre el vino. Más tarde logró vender las tierras confiscadas a la nobleza y entregó el dinero entre los pobres, lo que le valió el encarcelamiento por parte de los notables burgueses del lugar. Al salir de la prisión marchó hacia París. Allí, al trabajar como funcionario, encontró fraudes en las cuentas y creó a tal efecto una comisión de investigación, pero finalmente debido a las maniobras de los notables, y acabó yendo otra vez a la cárcel.

A continuación, creó el periódico El tribuno del pueblo, en el que se hace portavoz de las masas más radicalizadas. En él llega a escribir que prefería la guerra civil «a esta vergonzosa concordia que estrangula a los hambrientos». Palabras que sentía en sus carnes, pues sólo conocen la miseria. Únicamente trataba con los miserables y sus cargos públicos sólo mostraron su incorruptible personalidad. Así, estando entre los barrotes, murió su hija de siete años, quedando los demás de su numerosa prole en las mismas condiciones de hambrientos.

Nada más salir otra vez de la prisión formó con Darthé, Maréchal, Buonarrotti y otros, la Sociedad de los Iguales, en cuyo Manifiesto exigían: «No más propiedad individual de la tierra, porque la tierra no es de nadie... Declaramos que no podemos tolerar más, que la inmensa mayoría trabaje y sude al servicio de una pequeña minoría. Ya ha durado suficiente tiempo, demasiado tiempo, una situación en la que menos de un millón de individuos dispone de lo que le pertenece a más de veinte millones, de sus semejantes, de sus iguales... Jamás un proyecto tan vasto ha sido concebido y puesto en ejecución. De vez en cuando algunos hombres de genio, ciertos sabios, han hablado de ello en voz baja y temblorosa. Ninguno de ellos ha tenido el valor de decir toda la verdad... iPueblo de Francia: abre los ojos y el corazón a la plenitud de la felicidad, reconoce y proclama con nosotros la República de los Iguales!».

La Sociedad de los Iguales fue inmediatamente disuelta: su igualitarismo democrático era excesivo hasta para la izquierda burguesa y pequeñoburguesa. Entonces Babeuf se vio obligado a trabajar en la clandestinidad, en el acariciado proyecto de una insurrección revolucionaria. Los insurrectos impondrían en el caso de triunfar, una dictadura igualitaria, la República de los Iguales en contra de la aristocracia, los especuladores y los burgueses. Los Iguales tenían unos objetivos que lo situaban como el movimiento más avanzado que había conocido la historia y como el antecedente más inmediato de las ideas marxistas sobre la dictadura del proletariado. Al quedar frustrado el empeño y decapitado el grupo dirigente, el ideario de los Iguales quedó relegado y olvidado durante varias décadas hasta que Buonarrotti lo reconstruyó literariamente influyendo decisivamente en el comunismo francés del siglo XIX, en el blanquismo sobre todo.

El Manifiesto de los Iguales se puede considerar como la primera declaración del suelo, el derecho natural de todas las personas de gozar de los bienes terrenales: «La Naturaleza, decía la primera sección del Manifiesto, ha dado a todos los hombres el mismo derecho de gozar de todos los bienes». Partiendo de aquí proponía la expropiación inmediata de todas las propiedades que pertenecieran a los enemigos del pueblo, la abolición de la herencia para, que la propiedad evolucionase de lo particular a lo colectivo.

Estos principios resumían muy simplemente el sentir de la masa de los «descamisados». Babeuf se considera un eslabón más en la cadena de pensadores igualitarios como muestran estas líneas de su magistral intervención en la defensa de su causa antes de ser guillotinado. Decía: «Pero se dirá que son mis ideas las que harían retroceder a la sociedad a la barbarie. Los grandes filósofos del siglo no pensaban así y yo soy su discípulo.» Continúa haciendo una larga referencia de las ideas de sus procedentes, cita a Rousseau que hablaba de «hombres tan detestables como para atreverse a poseer más de lo necesario, mientras otros se mueren de hambre». Sigue con una referencia de Morelly: «Si seguís la cadena de vuestros vicios encontraréis que el primer eslabón está ligado a la desigualdad de las riquezas».

Prosigue refiriéndose a Diderot: «El cual afirmó que el cetro del báculo del obispo de la humanidad está gobernado por los intereses personales, y que éstos hacen la propiedad, y que es inútil que los filósofos razonen acerca de la mejor forma de gobierno mientras el hecho no llegue hasta las mismas raíces de la propiedad. Diderot, se pregunta sí la inestabilidad y las vicisitudes políticas de los Imperios serían posibles sí todos los bienes fueran poseídos en común, y afirm6 que todo ciudadano debería de tomar de la comunidad lo que necesitara, dando a ésta lo que pudiera. ¡Ciudadanos!, «loco peligroso» es precisamente lo que me habéis llamado a mí por querer introducir la igualdad».

Más adelante echa mano a protagonistas de la misma revolución. De Tallien recogía la siguiente cita: «todo hombre sincero debe de admitir que la igualdad política sin una igualdad real no es más que una cruel ilusión»; de Armand de la Meuse la siguiente: «el peor error de los revolucionarios ha sido su incapacidad para indicar los límites de los derechos de la propiedad, lo que ha traído como consecuencia el abandono del pueblo a las voraces especulaciones de los ricos».

Finalmente se remite a Cristo: «Jesucristo nos ha dicho que amemos al prójimo y no le hagamos a él lo que no quisiéramos que nos hicieran a nosotros; pero he de admitir que el código de la igualdad de Cristo hizo que le acusáramos de conspiración». Concluye con estas palabras: «Pero aquí donde Mably, Diderot, Rousseau y Halvencio fracasaron, ¿cómo iba a tener yo éxito?. Soy un modestísimo discípulo de ellos, y la República es menos tolerante que la monarquía».

Babeuf se pregunta: «¿Por qué había fracasado la revolución?» y su respuesta la encuentra en los antagonismos entre les clases: «¿Qué es una revolución política en general?, ¿Qué ha sido especialmente la revolución francesa? Una guerra declarada entre los patricios y los plebeyos, entre los ricos y los pobres (...). La revolución francesa no ha sido otra cosa que la precursora de otra revolución mucho mayor, mucho más solemne, que será la última».

Se considera a Babeuf como el primer exponente de lo que iba a ser más tarde el socialismo utópico. La particularidad de Babeuf con relación a esto no se debe solamente a su carácter más primitivo, sino también al hecho de que fue un esforzado combatiente de una revolución real y concreta ya que representó de ella, al mismo tiempo, el lado más utópico y el más realista. Se comprometió con un programa que representaba el sentir de la «conciencia inicial del proletariado» y que, aunque no tenía una aplicación posible, representaba una crítica socialista a la Revolución francesa que sería desarrollada por el socialismo ulterior. Hay que subrayar también que la influencia de Babeuf se extendió durante toda la primera mitad del siglo XIX francés.

La obra que presenta un estudio más completo sobre Babeuf es la Claude Mazuriac, Babeuf, realismo y utopía en la Revolución Francesa (Península, Barcelona, 1976; Sarpe, 1987), que comprende una antología de sus principales textos. Otra selección importante es El Tribuno del Pueblo (Júcar, Madrid, 1981). Muy interesante es, por motivos distintos, la novela de Erhemburg (Ilya), La conspiración de los iguales (Júcar, Madrid), y el ensayo de Tierno Galván (Enrique), Babeuf y los iguales. Un episodio del socialismo premarxista (Tecnos, Madrid). Edmund Wilson incluye un capítulo, Los orígenes del socialismo: la defensa de Babeuf en su Hacia la estación de Finlandia (Alianza), en tanto que Christian Rakosvky utiliza sus reflexiones sobre el Termidor francés para describir el ruso en su opúsculo Los peligros profesionales del poder.

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