Me han contado una historia sobre tres místicos hindúes. Nadie conoce sus nombres. Se los conocía sólo como Los Tres Santos Reidores, porque nunca hacían ninguna otra cosa, solamente reían. Solían ir de una ciudad a otra, pararse en el mercado y largarse una buena carcajada visceral.
Estas tres personas eran realmente hermosas, riendo y con sus vientres agitándose. Era como un contagio, todo el mercado comenzaba a reír… Durante unos pocos segundos un nuevo mundo se abría.
Viajaban por toda India sólo ayudando a que la gente se riera. Gente triste, gente enojada, gente codiciosa, gente celosa: todos comenzaban a reír con ellos. Y mucha gente captó la clave: podemos transformarnos.
Sucedió entonces, en un pueblo, que falleció uno de los tres. Los pobladores dijeron: “Ahora habrá problemas. Su amigo ha muerto y deben llorarlo“, pero los dos estaban bailando, riendo y celebrando la muerte.
La gente del pueblo dijo: “Esto es demasiado. Estos no son modales. Cuando muere un hombre es profano reír y bailar“.
Entonces, los dos hombres dijeron:
“No saben lo que ha sucedido. Nosotros pensábamos quién de los tres moriría primero. Este hombre ha ganado, estamos derrotados. Nos reímos con él toda la vida ¿cómo podríamos despedirlo de otra manera? Debemos reír, debemos disfrutar, debemos celebrar. Esta es la única despedida posible para un hombre que ha reído toda su vida. Y si no reímos, él se reirá de nosotros y pensará: ¡Tontos! ¿De modo que de nuevo han caído en la trampa?. No pensamos que esté muerto. ¿Cómo puede morir la risa, cómo puede morir la vida?“
Luego debían incinerar el cuerpo y la gente del pueblo dijo: “Lo bañaremos como lo prescribe el ritual”. Pero aquellos dos amigos dijeron:
“No, nuestro amigo ha dicho que no hagamos ningún ritual y no cambiemos su ropa ni lo bañemos. Sólo que lo pongamos como está en la pira crematoria; por lo tanto, tenemos que seguir sus instrucciones”.
Y entonces, de pronto, sucedió algo muy importante.
Cuando el cuerpo fue colocado sobre la pira, ese anciano hombre hizo su último truco. Había escondido muchos fuegos de artificio debajo de sus ropas y repentinamente hubo ¡diwali!
Entonces el pueblo entero comenzó a bailar.
No era la muerte, era la nueva vida, una resurrección.
Toda muerte abre una nueva puerta. Si cambias tu tristeza por celebración, entonces tú también serás capaz de cambiar tu muerte por resurrección.
Aprende este arte mientras haya tiempo.
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