LA HISTORIA
En realidad se le llamaba Hotei en Japón o Budai o Pu-Tai en China pero se le conoce más como Buda Feliz, o también el cariñoso o amistoso en China. Este personaje se inspira en un excéntrico monje chino que vivió hace unos mil años y que se ha convertido en un referente importante en el budismo y en la cultura shinto.
Pu-Tai se traduce literalmente como “saco de tela”, lo que hacía referencia al atillo que llevaba con él. Pu-Tai parece ser que era un maestro Zen amable, santo y generoso. Su carácter benevolente le hizo ser conocido como Matreya “el buda del futuro”. Pero lo que le dio el apelativo de Buda Feliz fue su enorme sonrisa
LA LEYENDA
Según la leyenda, el alegre santón solía desplazarse de pueblo en pueblo para cumplir su misión: difundir la felicidad y la alegría. Pu Tai era un personaje carismático que atraía a la gente como un imán. Las personas solían arremolinarse a su alrededor y a menudo se le representa con niños sonrientes, a los que adoraba. El monje era conocido por entregar dulces y juguetes que sacaba de su saco. Después lo dejaba en el suelo, miraba al cielo y comenzaba a reír a carcajada limpia. Su risa contagiaba a los demás y, al poco, todos los reunidos a su alrededor comenzaban a reír también. Esa era la señal de que su trabajo había acabado. Entonces cogía su saco y se marchaba a otro pueblo o ciudad. Así conseguía expandir un sentimiento de felicidad e iluminación.
EL PODER DE LA RISA
Pu-Tai era hombre de pocas palabras, en realidad, casi nunca hablaba. En las pocas ocasiones que lo hacía era para responder a quien le preguntaba por qué hacía lo que hacía. Él explicaba que entregar dulces era un símbolo, la manera de mostrar que cuanto más das, más recibes. Su bolsa representba los problemas que la gente se encuentra a lo largo de la vida. En lugar de aferrarse a ellos, debe coger distancia alejándose (dejando la bolsa en el suelo) y reírse de ello, porque aunque rías o llores, el problema no va a cambiar. La magia está en la risa y más en concreto, en el poder de la risa. Pu-Tai creía que este poder hacía que los problemas fueran más pequeños y fáciles de manejar.
Y no iba nada desencaminado el monje, ya que se supone que cuando te ríes, tu cuerpo produce unas enzimas de la felicidad. Y es que, cuando te sientes bien, las cosas se ven de otra manera.
Pu-Tai tuvo una vida llena de risas más allá de su muerte, y no exageramos. Sintiendo que se acercaba su final, el monje pidió a sus compañeros que quemaran su cuerpo inmediatamente después de morir. Esto les sorprendió, ya que la cremación no es una costumbre budista pero sus deseos se cumplieron. Pero la sorpresa fue que, al quemar su cuerpo, de repente fuegos artificiales empezaron a estallar en todas partes. Y es que el viejo bromista había escondido en sus ropas petardos y cohetes para montar un buen sarao cuando todos estuvieran tristes. ¡Nos encanta este Buda Feliz!
fuente: http://www.enjoythemomentrituals.com/es/the-history-of-laughing-buddha/
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