La televisión tomo
fuertemente de mi mano, para que no la prendiera. Se encontraba demasiado
agotada como para estar encendida por 24 horas mas, además estaba cansada de
repetir las mismas rutinas de siempre.
Yo no supe que hacer, si no veía
mi programa favorito no tendría que contar al día siguiente en la oficina.
Pero ella se negó terminantemente
y me dejo llorando, casi enloquecido, ya que ese día no pude ver mi programa favorito. Al terminar
mi llanto, el aparato me azotó brutalmente con el cable que de ella colgaba,
pero los golpes no dolían tanto como el haberse perdido la programación
especial del día de hoy. Sin duda que el televisor se canso de ver mi estúpido
rostro frente a él. A veces, yo también me canso de mirarme al espejo, es por
eso que mejor miro su pantalla. Ella tiene millones de rostros mejor que el
mío, pero ninguno tan sabio como mi aparato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario