miércoles, 22 de agosto de 2012

La risa como virtud de hombres superiores


La risa como virtud de hombres superiores  
Esta corona del que ríe, esta corona de rosas ¡a vosotros, hermanos míos, os arrojo esta corona! Yo he santificado el reír; vosotros hombres superiores, aprended - ¡a reír!   
Así habló Zaratustra                                                                   
Nietzsche


La risa en la estética del mal ¡Ríe aquí, ríe, luminosa y saludable maldad mía!  
Así habló Zaratustra 
Con la risa se muere y se mata, el profeta del ocaso desearía para sí una muerte de risa, como la que tuvieron los antiguos dioses al escuchar la postulación de un único Dios. Que la divinidad se reduzca a un único Dios, esa expresión de un ateísmo supremo es mortalmente risible. La risa supone una afirmación del mal, pero “santificado y absuelto en su propia bienaventuranza”. En consonancia con la óptica nietzscheana, Milan Kundera  piensa a la risa como alteración del orden que en cada caso se crea bueno, la risa aniquila y transforma la pesadez de todo objeto. Aristóteles enseña que en la  tragedia griega la acción catártica actúa a través del terror y la compasión,  la catarsis de la risa que celebra Zaratustra, en cambio,  salva a través de un movimiento placentero. Placer y dolor son presentados por  Nietzsche  como  máscaras de la voluntad; frente al dolor la voluntad quiere que el tiempo pase y no se detenga y frente al placer la voluntad siempre quiere más, quiere eternidad.
La risa une como el Dios Eros 
Nietzsche piensa que en el horror y la alegría esenciales los hombres recuperan la fraternidad. Por su parte,  Bataille rescata de la risa el ser lazo de unidad social al mismo tiempo que  reverso irónico de los fundamentos de una comunidad. “Los que se ríen se transforman en conjunto como las olas del mar”, por su capacidad de generar comun-unidad, la risa está junto a la fiesta y el juego, los que a su vez pertenecen a la esfera del arte, es decir que la risa formaría un vínculo esencial con esa dimensión de la existencia humana que es portadora originaria de verdad.
Risa y redención                                                               
Todas las cosas buenas ríen                            
Así habló Zaratustra 
Cuando la risa celebra porque es júbilo y agradecimiento libera a la voluntad en una incesante autoafirmación que es, al mismo tiempo, su interior necesidad: querer, querer siempre más. La experiencia de la risa auténtica reclama ante todo libertad, la virtud de no temerle al extremo de lo posible, dicho parafraseando a Bataille. Zaratustra ama a quienes no quieren preservarse a sí mismos, a los que declinan. Reírse de sí es una forma de no preservarse, de liberarse, hay pérdida del sí mismo en la risa de  sí . Esta sería una forma buena de la compasión, según Nietzsche, saber perderse a uno mismo.
La risa como reverso del saber   
Zaratustra el que dice verdad, Zaratustra el que ríe verdad   
Así habló Zaratustra  
  
Frente a la satisfacción que brinda el pensar  especulativo y en oposición  a la identidad saber-verdad de corte hegeliano, Bataille  es uno de los tantos pensadores que trabajan la verdad  y la satisfacción en el no saber,  abonando de este modo  el  camino de la deconstrucción filosófica.  En su perspectiva el no-saber se reivindica como momento de  éxtasis y  la verdad se identifica con el no saber. Zaratustra impulsa la reivindicación de lo que no puede ser reducido al saber. La risa es, si se quiere, más pudorosa que el saber, ella puede mantener oculto lo que debe estar oculto.
La risa como voluntad de nada. Risa y soberanía o la reivindicación de la insatisfacción. 
Bataille concibe la soberanía auténtica sólo como rebelión, no en el ejercicio del poder, “la auténtica soberanía rechaza”, también en la obra de Kundera habita este sentido de  soberanía. La risa tiene que ver con la soberanía en tanto rechaza lo  dado,  destruye o suspende momentáneamente el sentido para rehabilitarlo luego enriquecido. En la risa de los servidores del bien  -ángeles- Kundera retrata  la complacencia ante el orden social impuesto y pone en la risa del diablo la subversión de ese orden. Si la risa diabólica se origina en el desorden, las fracturas o intersticios de las redes del sentido, entonces  la risa de los ángeles equivaldría al gesto del último hombre que ‘parpadea’ en una actitud de afirmación indolente.
Lo inagotable de la risa 
Hay risas que no tienen otro objeto que ellas mismas, risas que se generan a partir del derroche y contagio de sí mismas, en esto reside su carácter de gratuidad. La risa se multiplica, crece como un niño, excede los temas cómicos. La risa de la risa  evocaría  un camino semejante al que transita el eros platónico en su búsqueda de la belleza en sí, primero la risa ante lo particularmente risible, luego la risa bajo la que caerían  todas las cosas y finalmente la risa que se consagra a sí misma. Si la risa es un momento soberano, entonces también instaura un modo de aprehender la verdad;  como en la obra de arte, de la risa puede brotar lo verdadero. La acción de abrir una verdad y la capacidad de sublimación  relacionan a la risa y al arte estrechamente. Martin Heidegger mostró que la verdad del arte está en la inagotable plenitud  en que puede mostrarse y demorarnos lo que es, en la aparición resplandeciente del ente, para decirlo en una fórmula por supuesto escasa pero que permite subrayar el carácter iluminador con el que el filósofo piensa la obra de arte. Quizá lo más escandaloso de las tesis nietzscheanas, desarrolladas luego por la hermeneútica, sea la interpretación según la cual, la risa no es sólo un modo más de aprehender la verdad, sino un momento ineludible en la construcción de toda verdad. Acaso también la irrupción de la risa llevaría  a cabo una recuperación distorsionante del sentido, una ‘conversión’ quizá  cercana a la que piensa Gianni Váttimo en el  concepto de Verwindung acuñado por Heidegger, pues a su modo la risa es metáfora,  expresión de  un  sentido que se desplaza, que exhibe su propia negación, que se pierde y  se transforma;  un sentido que ha sido ‘llevado’,  ‘conducido’ a otra parte,  una metáfora que se celebra con el cuerpo y se traduce en un gesto de agradecimiento, efímero y siempre insatisfactorio, como todo lo que nos lleva en presencia de lo maravilloso.
(*)  Mónica Giardina 
Introducción al  pensamiento científico CBC - UBA 

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