¿Has pensado alguna vez por qué, en todo el mundo, en cada cultura, en cada sociedad, hay unos días al año dedicados a la celebración? Esos días de celebración son sólo una compensación, porque esas sociedades te han desposeído de toda la celebración de tu vida, y si no te dan algo a cambio puedes llegar a convertirte en un peligro para la sociedad. Pero estas compensaciones son falsas. En tu mundo interior puede haber una continua sucesión de luminosidad, de canciones, de alegrías. Recuerda siempre que la sociedad te compensa cuando presiente que lo que reprime puede provocar una situación peligrosa. La sociedad siempre encuentra alguna manera de permitirte descargar lo reprimido. Pero eso no es una verdadera celebración, no es posible que sea auténtica. La verdadera celebración debe provenir de tu vida, ha de ser en tu vida.
La verdadera celebración no puede tener lugar a partir de un calendario previo que te dice que el primero de noviembre será un día de celebración. Es extraño: eres infeliz durante todo el año y el primero de noviembre, de repente, te olvidas de tus amarguras y te pones a bailar. O bien la amargura era falsa o el primero de noviembre es falso; no es posible que ambas cosas sean auténticas. Y cuando ha pasado el primero de noviembre te encuentras otra vez en tu agujero negro, todo el mundo regresa a su amargura, a su ansiedad.
La vida debería ser una celebración continua, un festival de luces todo el año. Sólo entonces puedes crecer, florecer. Transforma las pequeñas cosas en una celebración. Cada cosa que haces debería ser una expresión de ti, debería llevar tu firma. Entonces la vida se convierte en una celebración continua. Incluso si enfermas y has de permanecer en cama, sucederá que esos instantes serán de alegría, de relajación y descanso, de meditación; serán momentos para escuchar música o poesía. No hay necesidad de entristecerse. Deberías alegrarte de que mientras todo el mundo está en la oficina tú estás en tu cama, como un rey, relajándote; alguien te está preparando té, la tetera entona una melodía, un amigo ha venido a tocar la flauta para ti. Estas cosas son más importantes que cualquier medicina. Cuando enfermes, llama al médico. Pero todavía más importante: llama a todos aquellos que te aman, porque no hay ninguna medicina más poderosa que el amor. Llama a quienes pueden crear belleza, música, poesía a tu alrededor, porque nada sana tanto como una atmósfera de celebración.
Osho
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