lunes, 8 de julio de 2019

Risa y humor, en la salud y en la enfermedad

Durante gran parte de nuestra historia el humor ha sido bastante impopular. Platón lo prohibió en ‘La república’, ya que distraía a la gente de asuntos más serios. No era el único, los antiguos griegos consideraban que la risa era peligrosa porque conducía a la pérdida del autocontrol. Para Hobbes, el humor era una parte necesaria de la vida de la gente de intelecto inferior porque les proporcionaba la oportunidad de sentirse mejor consigo mismos. Afortunadamente, hoy en día ya no es así y el humor, junto con la risa, no sólo están bien valorados sino que de ellos se ha beneficiado la medicina y la psicología. Un experimento llevado a cabo por los psicólogos Herbert Lefcourt y Rod Martin en 1986 con personas discapacitadas a las que se les mostraron chistes gráficos que aludían a su situación mostró cómo los sujetos que más se reían eran los que mejor se habían adaptado a su estado. En comparación con los demás, éstos mostraban mayores niveles de vitalidad, más autocontrol y mejor opinión de sí mismos. «Los resultados no son sorprendentes a la luz de otras investigaciones. Por ejemplo, las mujeres que utilizan el humor como mecanismo para sobrellevar la extirpación de un pecho en caso de cáncer demuestran un menor estrés postoperatorio», escribe el neurólogo Scott Weems, autor del libro ‘Ja’ , en relación a un estudio publicado en 1993.
Pero, ¿qué es la risa? ¿Y el humor? Vayamos por partes. En primer lugar, la risa es un fenómeno biológico que produce cambios transitorios en la expresión facial, propiciados por la contracción de determinados músculos. También va acompañada de sonidos particulares y variaciones en los movimientos de la respiración, producidos por la activación de otros músculos faciales, laríngeos y respiratorios. En total, al reír activamos 430 músculos de nuestro cuerpo, lo que no cabe duda de que es un interesante ejercicio. Esta expresión que suele ser de alegría, también tiene otras connotaciones o desencadenantes: humor, gesto social, significado de desprecio o burla, risa simulada, desencadenada por cosquillas… Y también, como veremos, ser el síntoma de algunas enfermedades.
La risa no es un acto exclusivamente humano, pero sí lo es la capacidad de percepción del humor, aunque cada vez más se experimenta con inteligencia artificial para lograr robots capaces de detectarlo. De momento, éstos son capaces de elaborar chistes como el siguiente: «¡Qué clase de asesino tiene fibra moral? Un asesino de cereales» (en castellano se pierde la semejanza fonética entre ‘cereal killer’ y ‘serial killer’). Si quiere comprobarlo visite la web del proyecto ‘The Joking Computer’ y obtenga su chiste. Este fenómeno extremadamente complejo que es el humor está relacionado con la cognición social, de ahí que lo que consideramos gracioso cambie según el entorno, la época o la educación de cada uno. «Así un chiste, siempre imbuido de una particular y sorpresiva incongruencia entre lo que la racionalidad cognitiva esperaba percibir y el significado otorgado a lo realmente percibido, origina una controversia que al ser detectada por nuestro cerebro produce una emoción positiva (circuito de recompensa) cuyo resultado es la alegría, la risa o ambas cosas», explica el doctor Manuel Arias, Coordinador del Grupo de Humanidades e Historia de la Neurología de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Este circuito de recompensa, llamado de la dopamina por el papel que este neurotransmisor juega, es importante para las emociones y también para la memoria, ya que es el responsable de que sigamos tomando decisiones acertadas, tras las que el cerebro se autorrecompensa.
Así el humor conecta directamente con el sistema de producción del placer del cerebro, como también hace la comida y el sexo. De hecho, y como explica el doctor Weems, lo que provoca la risa no es el contenido del chiste, sino la manera en que nuestro cerebro elabora el conflicto suscitado por él. También nos reímos a veces tras superar situaciones incómodas, cuando nos liberamos de algo que percibimos como una amenaza e incluso buscamos el humor en situaciones tristes, como sucede en los tanatorios.




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