1ª Etapa:
Nacimiento-Sonrisa endógena (0-1 mes)
Esta primera forma de sonrisa es la llamada sonrisa refleja o endógena ya que está relacionada con situaciones internas (por ejemplo, el hambre) y con la actividad del sistema nervioso central, apareciendo normalmente en la fase REM del sueño. (Johnson y cols., 1982; Izard, 1982).
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Al finalizar el primer mes, los niños se interesan más por el mundo que le rodea, gracias al perfeccionamiento de los procesos perceptivos y atencionales y a la predisposición a responder ante estímulos . preferentes, sonriendo ante estímulos llamativos, como objetos brillantes y en movimiento.
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A los 4 meses los bebés sonríen ya plenamente y aparece la risa. Estas primeras risas consisten en gorjeos y gorgoritos y surgen especialmente ante situaciones de gran actividad y de intensa estimulación externa, como por ejemplo, las cosquillas.
El bebé empieza a darse cuenta, por casualidad, de que algunas de sus conductas dirigidas al exterior produce un efecto que les atrae, por lo que las vuelve a repetir para prolongar ese espectáculo que para él resulta tan interesante.
A partir de los 5 meses, la sonrisa social se vuelve más selectiva y el niño va a sonreír preferentemente ante los rostros que conoce: es la sonrisa diferencial. Si el otro le es grato y apreciado sonreirá pero si no llorará o no le sonreirá Así la sonrisa se configura como una conducta de apego básica para el desarrollo afectivo y social.
Cuando el bebé sonríe ante sus padres, estos interpretan esa sonrisa como una conducta dirigida hacia ellos y responden atendiéndole y sonriéndole. El niño capta enseguida esta reacción positiva – refuerzo - y vuelve a sonreír. Consecuentemente sus cuidadores continúan la interacción satisfaciendo de esta forma las necesidades de afecto y contacto social del pequeño –Motivación-.
En este periodo el bebé empieza a asociar el significado emocional (alegría) con las distintas expresiones faciales (risa) de los demás, interpretándolas y respondiendo correctamente. Ante la alegría reacciona con risas, actividad motriz y miradas (Ortiz, 1999).
Pero esta interacción también se da en sentido inverso. Cuando las madres juegan con sus hijos, además de servirles como modelo, tienden progresivamente a responder más ante las muestras de alegría de sus hijos que ante las de tristeza o enfado si no hay un motivo claro. El niño aprende que llorar por cualquier cosa deja ser efectivo para conseguir lo que quiere; es más eficaz sonreír. Es el inicio de “el chantaje emocional” (Malatesta y Haviland, 1982).
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Uno de los periodos clave se sitúa en torno a los 8 meses. A medida que el niño crece se va desarrollando un proceso de “reflexión”, de manera que la risa no sólo es una respuesta ante un estímulo externo sino que exige un procesamiento interno dicho estímulo. La risa, pasa a ser una conducta intencional, un medio para alcanzar un fin, y el bebé comienza a instrumentalizar la risa para conseguir sus metas.
El niño se sirve de la risa para lograr lo que él quiere. A partir de este momento, empieza a tener un sentido de la broma, y hace “numeritos” o “payasadas” en presencia de los adultos o inician “acciones prohibidas” jugando a ver cómo reaccionan los demás.
Un ejemplo lo puedes observar en el juego de “ofrecer y no dar”, que básicamente es un juego de frustrar expectativas o un juego de engaño. Este juego puede considerarse una prolongación del formato de acción conjunta de “dar–tomar”. En esta broma tan elemental los pequeños juegan por primera vez con las intenciones y las expectativas de los demás no satisfaciéndolas (Reddy).
Finalmente, en este periodo, el niño también aprende a utilizar la información que les proporciona el rostro sonriente - comunicación no verbal- de las personas conocidas para valorar una situación y regular su conducta. Por ejemplo, si ante un nuevo objeto, lugar o persona su papá sonríe el miedo decrece y promueve que su hijo se acerque a ese objeto, lugar o persona porque no hay peligro.
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Con un añito el niño empieza a empatizar: reconoce la risa de los otros y es capaz de compartir su alegría. A los dos años aparece el humor. El niño comprende que algo inesperado o inhabitual ha sucedido. Descubre la incongruencia de ideas, eventos o situaciones: no es normal ver a papá haciendo muecas ni que el cuello de un monigote se alargue hasta las nubes.
El humor es fundamental para el desarrollo intelectual. Un niño que aprende a ver lo absurdo de una situación o la forma inesperada en que acaba (chistes), está desarrollando su inteligencia abstracta y emocional.
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Entre los 2 y 3 años, el juego de simulación, también llamado juego simbólico o de ficción, y la adquisición y desarrollo lenguaje propician nuevas formas de expresar la alegría y de humor, potenciando el desarrollo (Adrian y cols., 2005).
Según Vygotsky, el lenguaje nos va a permitir el intercambio interpersonal y la expresión de nuestros estados de ánimo. Cuando decimos “estoy contento, alegre, feliz” nos es mucho más fácil ser conscientes (auto-conscientes) de lo que sentimos y somos, no sólo en el “aquí y ahora” sino también en “otro lugar y otro tiempo, pasado o futuro.
Un ejemplo de la importancia del lenguaje lo observamos en las discusiones entre madres e hijos sobre la comprensión de las muestras de alegría de los demás o de las propias. El niño pregunta: “¿Por qué te ríes?” “¿De qué te ríes?” o “¿Por qué no puedo reírme?” cuando la madre le regaña al reírse de una anciana o si alguien se ha hecho daño (Dunn y cols., 1987).
A los 3 años aparece el humor verbal. El niño juega con las palabras, inventa, repite, dice palabras difíciles de pronunciar y palabras mal sonantes… y estos juegos lingüísticos le causa risa.
Y a partir de aquí empezará a poder comprender algunos chistes.
A los 3 años aparece el humor verbal. El niño juega con las palabras, inventa, repite, dice palabras difíciles de pronunciar y palabras mal sonantes… y estos juegos lingüísticos le causa risa.
Y a partir de aquí empezará a poder comprender algunos chistes. El juego de simulación. Cuando se juega a “mamas y papás”, “médicos”, “tiendas”, “policías”, “maestros”,…etc los niños se toman como punto de referencia pero su capacidad imaginativa también les permite ponerse en el lugar del otro, de comprender sus propias emociones y las de los demás (Harris, 1989; Dunn, 1995).
Pero además el juego simbólico tiene también un papel terapéutico ya que le permite al niño acceder a sentimientos suprimidos y afrontar ansiedades y miedos de la vida cotidiana.
Fuente: http://psi.usal.es/meilan/LA%20RISA%20CD/por_que_reimos/etapas/etapas_todas.htm |
lunes, 16 de enero de 2017
Etapas de la risa
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