A mucha gente quizás le parezca una pregunta sin sentido, centrada en algo anecdótico.
Pero es algo más profundo de lo que parece…
¿Por qué la gente celebra un gol?
¿Por qué saltan, bailan, se abrazan o gritan de alegría cuando “su equipo” marca un tanto?
¿Acaso ganan dinero con ello?
¿Les regalan un coche por ese gol?
¿Ese tanto les garantiza que les crecerá el pelo, que perderán el michelín sobrante o que crecerán de estatura?
¿Les han prometido que les aprobarán un examen o que les subirán el sueldo si la pelotita alcanza las mallas?
Entonces,
¿Qué están celebrando?
¿De dónde proviene ese estallido de alegría?
¿Qué relación real y tangible hay entre que ese balón se introduzca en la portería y sus vidas?
Podrían alegrarse de ver caer una hoja de un árbol o de ver a un gato rascándose tras la oreja y tales acontecimientos guardarían la misma relación con sus existencias, a nivel real, que el hecho de que un balón chutado por un desconocido pase entre 3 palos.
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La única razón por la que esas personas celebran ese acontecimiento intrascendente no relacionado con sus vidas, se debe al software psíquico instalado en sus cabezas.
La única razón por la que esas personas celebran ese acontecimiento intrascendente no relacionado con sus vidas, se debe al software psíquico instalado en sus cabezas.
En su mente, hay grabada una instrucción que les dicta, literalmente:
“cuando marque un gol tal equipo, te alegrarás”.
Así pues, estamos ante un fenómeno de pura programación mental. Una programación mental que forma parte del Sistema.
Que de hecho, es el Sistema en sí mismo…
Mucha gente cree que cuando hablamos de “el Sistema” solo hacemos referencia a grandes asuntos como todo lo referente a la organización social, las ideologías y creencias, la política o el reparto de las riquezas, los recursos y el dinero.
Pero en realidad, el Sistema es mucho más profundo.
Abarca toda la programación mental que hay instalada en nuestro cerebro y alcanza hasta los detalles aparentemente más insignificantes; aquellos a los que nadie presta atención, pero que en realidad mantienen toda la estructura en pie.
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Son esas pequeñas cosas que todos asumimos como normales y la naturaleza de las cuales jamás llegamos a cuestionar. Cosas que hacemos y sentimos automáticamente, como el respirar y que configuran nuestra realidad cotidiana.
Son esas pequeñas cosas que todos asumimos como normales y la naturaleza de las cuales jamás llegamos a cuestionar. Cosas que hacemos y sentimos automáticamente, como el respirar y que configuran nuestra realidad cotidiana.
Identificar todos y cada uno de esos mecanismos es la clave para comprender por dónde debemos empezar a desmontar esa programación mental a la que estamos subyugados y que tanto nos esclaviza.
Un trabajo difícil que exige que nos hagamos preguntas, muchas de las cuales, en un principio, nos parecerán absurdas y desconcertantes.
Pregúntate por qué y para qué
Por ejemplo, actualmente el hombre que alberga el récord mundial de velocidad corriendo es Usain Bolt. Bolt es capaz de recorrer 100 metros en tan solo 9,58 segundos.
Un hecho que provoca que todo el mundo le admire y le aclame por ello.
Por esa razón, el atleta acapara fotografías, vídeos, portadas y reportajes en televisiones y revistas, así como suculentos contratos publicitarios con los que gana enormes cantidades de dinero.
Y la pregunta es ¿por qué?
De acuerdo, porque Usain Bolt corre los 100 metros en 9,58 segundos… muy bien, ¿Y qué?
Es el más rápido del mundo, ya lo sabemos…
¿Pero de qué sirve?
¿Corre para salvar a alguien de un incendio?
¿Corre para llevar un mensaje importante que salvará al mundo?
¿Corre porque le persigue un leopardo y quiere salvarse?
¿Qué importancia real tiene que corra tanto, pues?
¿Qué función tiene su “correr”?
¿Importa realmente que sea el que corre más del mundo?
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A la mayoría de gente, estas preguntas le parecerán ridículas… pero lo que es realmente ridículo es lo que hace la sociedad valorando “al que corre más” porqué sí.
A la mayoría de gente, estas preguntas le parecerán ridículas… pero lo que es realmente ridículo es lo que hace la sociedad valorando “al que corre más” porqué sí.
Lo miréis por donde lo miréis, es algo que no tiene sentido.
Pongamos otro ejemplo.
Sir Edmund Hillary fue (oficialmente), el primer ser humano en alcanzar la cima del monte Everest. Su nombre figura en las enciclopedias y ha pasado a la historia por ello…
Pero, ¿por qué? ¿Por qué no se destaca jamás al que subió tercero, al que subió vigésimo quinto, al que subió vestido de verde o al que alcanzó la cima con un nombre empezado por la letra “g”?
Y ante todo,
¿Por qué hemos de admirar a alguien que sube a lo alto de una montaña?
¿Es realmente importante subir a una montaña?
¿Sí? ¿Por qué?
¿Alguien puede justificarlo con auténticas razones de peso?
Y es que el Sistema es esto…
Es el conjunto de mecanismos que provocan que dentro de nuestra mente adquieran gran relevancia hechos que realmente no tienen ningún valor real.
El Sistema hace que le otorguemos VALOR a alguien que es el primero en hacer alguna cosa, o a alguien que es el que levanta más peso, va más rápido o bate algún “récord” y ni tan solo nos preguntamos “por qué”.
Y una vez instalado ese mecanismo de valoración ficticia, genera en nosotros emociones basadas en esos hechos vacíos de sentido.
Vemos a esos deportistas triunfando o fracasando y sentimos admiración, alegría, devoción, envidia o rabia y no podemos controlar esas emocionesgeneradas a partir de la nada.
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El Sistema está tan integrado y arraigado en nuestro interior que somos incapaces de detectar su presencia y de preguntarnos qué hacen esos mecanismos absurdos dentro de nuestra cabeza y porqué nos hacen reaccionar visceralmente ante un hecho sin sentido que no nos afecta para nada.
El Sistema está tan integrado y arraigado en nuestro interior que somos incapaces de detectar su presencia y de preguntarnos qué hacen esos mecanismos absurdos dentro de nuestra cabeza y porqué nos hacen reaccionar visceralmente ante un hecho sin sentido que no nos afecta para nada.
Vivimos inmersos en una ficción instalada dentro de nuestra psique. Una ficción que nos controla, conduce y esclaviza, pero que no es más que un enorme castillo de humo sin ningún cimiento real.
Como decíamos en un anterior artículo titulado “EL AUTÉNTICO VALOR DE LAS COSAS”, todo en nuestro mundo gira alrededor del Valor que le otorgamos a los elementos que nos rodean.
Sabemos que hay cosas que tienen un valor intrínseco y absoluto, porque sin ellas no podríamos vivir, como por ejemplo el aire, el agua, la comida, el entorno, nuestro propio cuerpo o nuestro tiempo de vida.
El valor de todos estos elementos es incalculable.
En cambio, hay una inmensa cantidad de elementos a nuestro alrededor de Valor Vacío o Relativo; esos elementos tienen exactamente el valor que nosotros decidamos otorgarles.
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Poníamos el ejemplo de un billete. Un billete no es más que un pedazo de papel al cual otorgamos valor llamándolo “dinero” y otorgándole una serie de funciones.
Poníamos el ejemplo de un billete. Un billete no es más que un pedazo de papel al cual otorgamos valor llamándolo “dinero” y otorgándole una serie de funciones.
Sin embargo, ese valor solo existe en el interior de nuestra mente.
Si en un momento dado decidimos que no tiene ningún valor, para nosotros ese billete será lo que siempre ha sido en realidad: un trozo de papel.
De esta manera, llegamos a la conclusión de que el Sistema es el conjunto de mecanismos mentales que convierten esos valores vacíos y relativos en cadenas que nos esclavizan en el interior de nuestra psique.
Pues bien, lo mismo sucede con todo lo expuesto anteriormente en relación al deporte.
Un gol, una copa, una marca, una victoria deportiva o ser el primero en conseguir algo, tiene exactamente el valor que nosotros decidamos darle. Y ninguno más.
El mundo del deporte, de los récords o de las competiciones es un reflejo fidedigno de las dinámicas de funcionamiento del Sistema dentro de nuestro cerebro.
Todos los triunfos, hitos y marcas tienen un valor ficticio que solo existe en nuestra psique.
Las masas “celebran” lo “absurdo”
del Sitio Web GazzettaDelApocalipsis
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