Regresando a Santiago,
esperando la salida de mí bus que me traerá de regreso a la capital, más que
sorprenderme me duele la cantidad de niños que pedían dinero a esas horas de la
noche, una y otra vez, con el cada vez más agresivo rechazo de los pasajeros en
tránsito y transeúntes del rodoviario.
En Chile desde
los años 60, la psicología comunitaria ha estado ligada al asistencialismo ligada a grupos específicos
en riesgo social, sin embargo al parecer a aquellos niños de Talca, no llegaba
este asistencialismo o políticas sociales. Los transeúntes conocían el nombre de
los niños, su procedencia y rutinas. Tendríamos que indagar más acerca del
trabajo de las instituciones locales para dar una opinión clara del trabajo que
se realiza con aquellos niños, lo cierto es que esa noche los niños dormirán en
la calle y no era la primera.
Las políticas públicas
han sido orientadas a crear igualdad de desarrollo, pero a niveles muy básicos,
es un gran paso que todas las comunidades o que la gran mayoría de las
comunidades hoy cuenten con agua potable y servicio de alcantarillado,
elementos que para una parte importante del planeta son un lujo. No obstante si
Chile se jacta de su desarrollo económico, es el momento de dar un salto
cualitativo a igualar otras posibilidades de desarrollo como por ejemplo el académico,
una política de educación de calidad y gratuita se hace urgente en el ámbito de
igualdad de oportunidades, ya que las necesidades no son solo de carácter material,
también existen las de desarrollo humano, las que han sido dejada de lado
durante el desarrollo de la psicología comunitaria en Chile.
Los niños que
circulan por las calles de Talca, no son los únicos carenciados socialmente. Como
bien se sabe, existen ciertos estándares técnicos de pobreza, pero ¿Qué pasaría
si cambiáramos los estándares realizados por los técnicos? Y dentro de aquellas
mediciones fueran incluidas no solo aquellas personas en situación de calle si
no que también a aquellos trabajadores sin contrato, sin derecho a salud, a las
y los trabajadores que tienen media hora para almorzar de pie en un lugar
sucio, e indagamos en otras carencias menos asumidas socialmente, esos estándares
de calidad variarían notablemente.
Lo anteriormente señalado,
quizás tiene que ver con un problema plenamente psicológico, que es la
incapacidad de introspección, esa capacidad de mirarse, analizarse conscientemente
sin el ego intrínseco de verse por sobre otros para así satisfacer una
necesidad competitiva y la vez triunfadora.
Como hemos visto
son muchas las necesidades que las políticas públicas no han resuelto, a pesar
de los pequeños avances que se han logrado aún hay chicos que viven en la calle
y personas que mueren en un hospital esperando por ser atendidos. La educación,
tiene que ser un pilar básico en cualquier política pública, debe ser de
calidad, gratuita y crear ciudadanos con
sensibilidad social, cooperativa y no competitiva como los ha creado hasta hoy.
Mientras que
desde la psicología, los psicólogos comunitarios no podemos ser simples
observadores del proceso social y político, debemos ser entes activos y
trasformadores de la sociedad, no solo entregando herramientas para la participación
social, lo que conllevara una mejora en la salud mental, sino que también desde
una mirada crítica a las políticas públicas de desarrollo social.
Además no nos podemos
quedar solo en la crítica, debemos construir instancias de participación y
cambio social, desde la creación de talleres, pichangas, coros musicales o
cualquier otro elemento integrador. No podemos esperar a los fondos venidos del
gobierno de turno, hay que generar espacios desde la autonomía, si estos fondos
publico llegan algún día muy bien y si no llegan que siga la fiesta y nosotros
seguimos creando redes de apoyo social desde lo más intimo, la amistad o un
poema que leemos en conjunto, ya que a una persona que se le trasforma su vida,
es un mundo que se trasforma.
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