Dado que el desarrollo emocional es un fenómeno que consta de muchos componentes, por ello cuando se realiza su descripción y conceptualización debe atenderse a los siguientes ejes:
- Cómo surgen las emociones.
- En qué consiste y cómo se produce la reactividad emocional en relación al propio temperamento.
- La evolución de la expresión emocional según las etapas de desarrollo.
- Cómo se produce el desarrollo de la auto y hetero-conciencia emocional.
- Qué mecanismos se ponen en marcha en la autorregulación emocional.
Puesto que el ser humano es un ser social, en su naturaleza se hallan ligados tanto el desarrollo emocional como el social; mediante el primero se alcanza el segundo, puesto que a partir de la identificación, experimentación y comunicación de emociones (expresión y comprensión) y a través de la empatía y del entrenamiento en habilidades sociales (ambos elementos clave del desarrollo emocional), puede darse el establecimiento de las relaciones sociales entre individuo y el resto de seres que le rodean.
Todo ello también es posible a la par que va teniendo lugar el desarrollo del lenguaje, el cual resulta fundamental para lograr esta vinculación interpersonal a través de procesos comunicacionales.
El desarrollo emocional en la primera infancia
Tal como se ha comentado anteriormente, la finalidad última de las emociones hace referencia a cuestiones relativas a la comunicación entre los individuos. Podría decirse, por tanto, que presenta una función adaptativa al medio y motiva la conducta del individuo para alcanzar determinados objetivos.
En el proceso de desarrollo emocional, tan complejo y multifactorial, el pequeño inicia en los primeros meses de vida unas incipientes asociaciones entre las situaciones externas que acontecen y las reacciones emocionales que se derivan observadas en las figuras cuidadoras. A los seis meses un bebé puede responder a las muestras de afecto con emociones positivas, así como también a las situaciones potencialmente peligrosas con otras emociones menos agradables.
Aún así, su comprensión sobre la relación entre comportamiento y estado emocional es muy limitada: su reactividad emocional mantiene una relación muy estrecha con el temperamento del pequeño, con lo que el nivel de autocontrol emocional interno es muy escaso durante esta etapa, siendo los cuidadores los que lo posibilitan.
El juego simbólico y el vínculo afectivo
El hito más relevante que va a marcar un antes y un después en el desarrollo emocional del niño va a ser la consecución de la capacidad de juego simbólico, usualmente hacia los dos años de vida. En este momento comienzan a representar estados emocionales propios y ajenos mediante el lenguaje, lo cual implica el paso previo al desarrollo de la empatía.
El vínculo afectivo establecido entre la figura de apego y el niño deviene un factor fundamental en el desarrollo emocional del pequeño durante esta primera etapa evolutiva. Que el niño perciba seguridad, confianza, afecto, cuidados y protección por parte de los padres (o cuidadores) va a resultar fundamental para evitar la formación de un funcionamiento de rechazo y evitación hacia estas figuras. Este tipo de patrón de vinculación resistente o ambivalente deviene un factor de riesgo en la posterior aparición de psicopatologías o alteraciones emocionales futuras.
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...y en la adolescencia
A pesar de que el inicio de la adolescencia indica la consolidación del desarrollo emocional del individuo, donde la comprensión sobre los estados emocionales propios y ajenos se efectúa de forma más satisfactoria y más profunda, su aplicación no acaba de ser completa puesto que los propios procesos que implica esta etapa vital dificultan las manifestaciones de la primera.
Durante la adolescencia los chicos realizan razonamientos cognitivos a través de la lógica hipotético-deductiva, a partir de la cual comparan y basan su comprensión y expresión emocional en experiencias anteriores personales que les propicien información suficiente para interpretar correctamente dicha situación nueva a la que se enfrentan.
Por otra parte, pese a que agudizan su capacidad empática, también les caracteriza un egocentrismo psicológico por el cual se encuentran muy centrados en la imagen de sí mismos que es transmitida a los demás y el tipo de valoraciones que pueden realizar otros respectos de sus características personales. Por ello, una de las principales metas recae en el trabajo y mantenimiento de un autoconcepto positivo que ofrecerse a sí mismos y a los demás.
Además, debido a que a nivel neuroanatómico el cerebro adolescente no se halla aún totalmente completado (especialmente en lo que a estructuras y sinapsis prefrontales se refiere, las cuales se encargan de la toma de decisiones y de velar por la expresión de un comportamiento maduro o adulto) en la adolescencia tiene lugar una gran variabilidad en cualidad e intensidad de expresión emocional, así como de una escasa flexibilidad en la autorregulación emocional endógena, por lo cual es frecuente la transición a estados de ánimo opuestos en periodos de tiempo muy breves, la denominada labilidad emocional.
El papel del entorno escolar
Paralelamente al contexto familiar, la escuela también deviene un agente socializador del niño muy importante y juega un papel muy relevante en el desarrollo emocional de este.
Así, la escuela actual no sólo se entiende como un ente trasmisor de conocimiento instrumental y técnico, sino que también está entre sus principales funciones el educar al alumno en la adquisición de unos valores y principios éticos y morales, en promover la consecución de un razonamiento crítico, en la asunción de unos modos de comportamiento y actitudes adecuadas para vivir en sociedad (logrando su comprensión), en el aprendizaje de una serie de capacidades y habilidades sociales que les permitan establecer lazos interpersonales satisfactorios e incluso en la resolución de problemas vitales.
Para consolidar todos estos aspectos, resulta fundamental alcanzar un adecuado desarrollo emocional, puesto que en todo proceso psicológico interviene tanto la vertiente cognitiva como la relativa a las emociones.
Por otra parte, lograr un adecuado desarrollo emocional también posibilita que el niño adopte una actitud optimista en la consecución de objetivos académicos y una autopercepción de competencia escolar más adaptativa, lo cual deriva en la promoción de una motivación de logro más manifiesta que le facilita el mantenimiento de ese estado de motivación y volición de mejora de su capacidad de aprendizaje. Todo ello, les hace más resistentes y menos vulnerables a las críticas y a las comparaciones sociales que, aunque se efectuen de forma inconsciente, se encuantran instauradas en relación a los resultados obtenidos por el niño y por los iguales.
El estilo atribucional
Otro aspecto muy relevante en que escuela tiene una responsabilidad considerable es en el establecimiento del estilo atribucional de los alumnos. El estilo atribucional se define como el proceso por el cual el individuo otorga la causa a las situaciones a las que se enfrenta.
Un estilo atribucional interno indica que la persona se sabe como agente activo de lo que ocurre en su entorno y entiende como controlables las motivaciones que estas suscitan. Un estilo atribucional externo se identifica con sujetos más pasivos, los cuales tienen la concepción de que los factores como la suerte son los que motivan las situaciones que experimentan. Sin duda, el primero es psicológicamente más adecuado y el que más relación guarda con un desarrollo emocional satisfactorio.
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Inteligencia emocional
En los últimos tiempos ha tenido lugar un cambio de paradigma en lo que a la importancia del fomento de la inteligencia emocional se refiere. Se empieza a tener constancia empírica, por tanto, de que la inteligencia emocional posee una influencia muy intensa a la hora de tomar decisiones cotidianas, sobre la naturaleza de las relaciones interpersonales o en la adquisición de un autoconocimiento más profundo y completo sobre uno mismo.
Siendo una competencia tan compleja, su desarrollo se efectúa de forma gradual y lento, abarcando aproximadamente las dos primeras décadas vitales. Por ello, la consecución de un adecuado establecimiento durante la niñez y adolescencia van a resultar determinantes en el funcionamiento emocional (psicológico) en la vida adulta.
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