En griego antiguo existían dos palabras para la risa: «γελάω» («gelao», ‘brillo’, ‘resplandor de alegría’) y «καταγελάω» («katagelao», ‘risa de arriba hacia abajo’). Como puede intuirse, la primera hace alusión a la «risa sana», y la segunda a la «risa despectiva». También existía una palabra equivalente a lo que hoy conocemos como «sonrisa», aunque no se corresponde etimológicamente con la que usamos en la actualidad.
Algunos autores, como George McFadden, engloban la concepción griega de la risa dentro la conducta cómica, como un «ήθοσ» («ethos») humano, tal cual fue usado el término por Platón y Aristóteles. Obviando algunos antecedentes, en general prescriptivos, la retórica clásica para los discursos y escritos cómicos apareció fundamentalmente con estos dos filósofos.
Aristófanes fue uno de los grandes exponentes de la comedia griega, con 48 obras de las que se conservan. En sus escritos, de espíritu mordaz, realizaba críticas sociales y costumbristas de gran inventiva.
Platón, y Sócrates a través de él, concibieron la risa como un placer mixto, es decir, que supuestamente no debemos reírnos de la ignorancia, pero lo hacemos.
Platón
Platón, bajo la concepción actual, no tenía sentido del humor. Para él, la risa sólo demuestra la maldad y el disparate. Lo que hace a una persona risueña, según el pensador, es la ignorancia sobre sí misma: la persona risueña se cree más sana, de mejor aspecto, más virtuosa o más sabia de lo que realmente es. John Morreall, en cuya obra Taking laughter seriously, cita numerosas veces a Platón, señala que, actualmente, ese tipo de pensamientos nos produce risa, pero que en realidad nuestra risa implica cierta malicia hacia dichos pensamientos, y la malicia es perniciosa. Platón describe la malicia como un «dolor en el alma», y considera que, al reírnos, nuestra atención se concentra en el vicio. No deberíamos cultivar la risa —continúa argumentando—, a no ser que aquellos de los que nos reímos nos la contagie. Con la risa fuerte, —prosigue—, perdemos el control de nosotros mismos, y por lo tanto nos volvemos imperfectos, menos humanos. En este punto, coincidía con Platón Aristóteles, quien consideraba la risa una forma de escarnio.
Platón cita a Sócrates dialogando en el Filebo. En el diálogo compara la risa («humor inflamado», en palabras de Platón) con la experiencia de aliviar la comezón rascándose: en ambos casos existe una sensación mixta de dolor combinado con placer; en un caso la sensación es del cuerpo, y en el otro, del alma. Lo ridículo aparece como consecuencia de la negación del precepto «γνώθι σαυτόν τό» (conócete a ti mismo), es decir, de la carencia de autoconocimiento. Esta arrogancia puede estar relacionada con la riqueza, la belleza, o el desarrollo físico, pero, con mayor frecuencia, lo está con la virtud de la sabiduría. Divide a los arrogantes en fuertes y débiles; el arrogante fuerte y poderoso es odioso; el débil, simplemente ridículo. La falta de autoconocimiento es una desgracia y la risa es un placer; por lo tanto, reír ante la soberbia es generar deleite y al mismo tiempo maldad ante una desgracia. La comedia, según se afirma en el propio Filebo, es un tema de estudio importante; con ella aparecen relacionados afectos como la envidia, la satisfacción maliciosa ante una deformidad o minusvalía y la sensación de superioridad. Sócrates —según Platón— define la envidiacomo una forma de dolor que se convierte en placer cuando nuestro propio sentimiento de seguridad nos permite reírnos; si la persona objeto de envidia es poderosa, no nos parecerá risible, sino detestable.
Platón se oponía asimismo a la risa convencional, como la producida en las comedias. Y afirmaba que era pernicioso incluso mostrar a la gente riéndose en la literatura. Ni siquiera Aristófanes escapó a las críticas de Platón.
«Los hombres de valor no deberían representarse como poseídos por la risa, y aún menos deberíamos permitir tal representación de los dioses».
En La República, Platón señala que la risa debe estar limitada por la razón. No deben reírse, por tanto, ni los guardianes ni las personas de mérito. La risa es un exceso que debe evitarse, manteniendo un estado de templanza y equilibrio sin reacciones desmedidas.
Aunque más tarde, en las Leyes, es algo menos riguroso. «Es útil conocer el aspecto de la fealdad, dice el extranjero ateniense —quien parece representar el punto de vista de Platón—, y por lo tanto la representación de la fealdad en la comedia puede tener cierta función educativa». En esta obra el filósofo plantea la necesidad de limitar la risa por obligación moral. El virtuoso no debe reírse, y ningún poeta cómico o actor satírico debe ridiculizar a un ciudadano. Distingue entre bromas bien y mal intencionadas.
Por otro lado, durante las ithyphallias griegas —fiestas agrícolas relacionadas con la fertilidad y los ritos fálicos—, los jóvenes atenienses se emborrachaban e insultaban a los ciudadanos respetables.
Aristóteles
Se sabe que Aristóteles dedicó un segundo libro de su obra Poética a la comedia, aunque dicho libro se perdió. Del filósofo nos llegan sus ideas sobre la risa, el humor y lo cómico fundamentalmente a través de referencias por parte de otros. En ellas se dice que Aristóteles considera, desde el punto de vista de la estética, que lo risible es una subdivisión de lo feo, aunque, a diferencia de Platón, no lo relaciona con el sufrimiento. Distingue entre la comedia injuriosa y la adecuada, así como entre la tragedia y la comedia, dedicada esta última, según el filósofo, a caracteres de tipo inferior. Según se cuenta que escribía en su Poética, las máscaras del cómico son feas, deformes, pero no producen sufrimiento; las comedias representan a los hombres peores de lo que realmente son; solo la tragedia y la epopeya son respetables. Al igual que Platón, también admite la posible aparición de maldad en la risa, en cuyo caso debe evitarse por contravenir la ética. Busca en todo momento el equilibrio en las emociones, y ello puede verse en la Ética a Nicómaco.
En ella, Aristóteles no condena la risa despectiva cuando esta va dirigida a una persona sin virtud. Escribe, por ejemplo:
«[…] veremos claramente cuán digno de risa es el varón magnánimo si no es hombre dotado de virtud, y cuán lejos está de ser digno que le hagan honra, pues es malo». Aristóteles
A los hombres que no pueden contener las emociones, los llama afeminados. Hablando de las personas virtuosas, escribe, también:
«Porque no es de maravillar que uno sea vencido de deleites o pesadumbres fuertes y excesivas, antes es de perdonar y haber compasión de él, si resistiendo fue vencido, […] y de la misma manera los que procuran detener la risa, de un golpe la despiden. […] Pero es de maravillar cuando lo es en aquellas en que los más pueden resistir, y él no es bastante a resistir, no por la naturaleza de su género ni enfermedad […] Hay, pues, una manera de incontinencia que es una desenfrenada temeridad, y otra que es flaqueza». Aristóteles
Y termina hablando de los más propensos a descontrolarse:
«Pero los que más incontinentes son de desenfrenada incontinencia, son los repentinos y los melancólicos. Porque aquellos por su presteza y estotros por la fortaleza del afecto, no escuchan razón, por ser muy prontos en seguir sus imaginaciones». Aristóteles
Considera que la diversión y las bromas producen excesivo placer en las personas, y que esto es una forma de ofensa que los legisladores quizás debieran prohibir. La ironía para él es a la vez despreciable y útil —el humor y la risa tenían en la oratoria un gran valor coercitivo.
En la Retórica, citando a Gorgias, refiere que debe matarse la seriedad del oponente con las bromas y sus bromas con la seriedad.
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