Mi profesora sentía gran
fascinación por Don Q
uijote de la Mancha y el Manco de
Lepanto, mientras que yo poseía una
obsesión lujuriosa por ella. Aquello, me llevó a leer el libro de Cervantes una
y mil veces con el fin de impresionarla con mis habilidades histriónicas en una
exposición que nos encargó, así se derretiría
por mí, debido a la pasión que sentíamos ambos por aquella obra
literaria.
Llegando el día, expuse
majestuosamente la saga. Al
finalizar, se acercó lentamente y susurro
en mi oído: “Esto es un plagio, tiene un uno váyase de aquí”.
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