Hubo un día en que intenté
soñar en colores. Dicen que cuando uno sueña en colores, éstos se hacen
realidad. Aunque también están los que sostienen que soñar, sólo es cualidad
de niños, locos y poetas. Mi personalidad
y mi mentalidad esta mas bien cercana a la de los niños, aunque tanto mi edad
como mi estatura, no corresponden para nada a la de un infante.
¿Que hacer
entonces, con una vida que no corresponde en absolutamente nada a mi
idealización?.
Las opciones
son muchas, desde tirarse a un precipicio, pasando por hacerse el gil o tomar
la actitud de un infante con cuerpo de grande, es decir un desubicado.
La ultima
opción es la que me parece más entretenida de todas; con lo que ya estoy
actuando como un perfecto niño, ya que los niños lo primero que piensan es en entretenerse
y luego en otras tonteras.
Salí del
cuarto oscuro en que me encontraba, caminé hacia la primera plaza que encontré.
Después de
caminar varias horas, por fin pude encontrar una placita que desafortunadamente
estaba solitaria; los únicos turistas que por el lugar merodeaban eran dos
perros callejeros, los que al verme corrieron asustados tras un camión que a
esa hora pasaba por el lugar.
Decidí dar vueltas en circulo alrededor de la
plaza. Durante varios minutos la ausencia de toda vida humana fue mi única
compañía.
Al atardecer,
asomaron de algún rincón los primeros seres con vestigio de vida, pero su permanencia en el lugar era escasa,
sólo de transito. Por momentos llegué a pensar que la plaza estaba embrujada,
pero al instante me dije: ¡qué
ridiculez!.
La noche no tardo en llegar
Los primeros en aparecer junto con la luna fueron unos gatos, con quienes
intercambiamos un par de maullidos; luego me invitaron a escalar algunos
tejados y a comer unos cuantos ratones;
a lo que me negué ya que no me gustan los ratones: soy vegetariano.
El frió calaba mis huesos, por
lo que mejor volví a casa. No recordaba el camino. Desanimado por mi magra
jornada, me deje llevar una vez más por mis instintos, los que llevaron hasta
un oscuro pasadizo. No tuve temor el ingresar hasta el final. El camino era
siempre el mismo, sólo camino gastado y oscuro. Ya dudaba si seguir adelante o
no, cuando encontré una llave en el suelo: era el único objeto que realmente
estaba iluminado. Me preguntaba, para qué sería esa llave. Seguí por el derecho
e interminable camino... y todavía no encuentro una maldita puerta para aunque
sólo sea para probar esta maldita llave... (Es demasiado largo el camino de
regreso; además estoy agotado y no creo que tenga la fuerza suficiente para
volver. Lo único que me anima a continuar son mis sueños, que a pesar del
tiempo todavía son en colores)...
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