Todas las religiones son primitivas, crudas y han estado moldeando tu vida. Naturalmente, el mundo entero está lleno de desgracia: no se te permite ser tú mismo. Cada cultura quiere que seas sólo una copia, nunca tu rostro original.
El rebelde es aquel que vive siguiendo su propia luz, siguiendo a su propia inteligencia. Crea su camino caminándolo, no sigue a la multitud en la superautopista. Su vida es peligrosa; pero una vida que no es peligrosa no es vida en absoluto. Él acepta el desafío de lo desconocido. No se encuentra con lo desconocido como algo que llegará en el futuro y que ha sido preparado por el pasado. Eso crea toda la angustia de la humanidad; el pasado te está preparando y el futuro nunca va a ser el pasado. Tu ayer nunca va a ser tu mañana.
Pero hasta ahora así es como ha vivido el hombre: tus ayeres te preparan para tus mañanas. La misma preparación se convierte en el obstáculo. No puedes respirar libremente, no puedes amar libremente, no puedes bailar libremente; el pasado te ha mutilado de todas las formas posibles. La carga del pasado es tan pesada que todo el mundo está aplastado bajo ella. El rebelde simplemente se despide del pasado.
Es un proceso constante; por eso, ser un rebelde significa estar constantemente en rebelión, porque cada momento se va a convertir en el pasado; cada día se va a convertir en el pasado. No es que el pasado esté solamente en el cementerio, estás moviéndote a través de él en todo momento. Por eso, el rebelde tiene que aprender un nuevo arte: el arte de morir a cada momento que ha pasado, de modo que pueda vivir libre en el nuevo momento que ha llegado.
El rebelde no permite jamás que el pasado le domine. Es un proceso constante y continuo. Toda la vida del rebelde es un fuego que quema. Hasta el último aliento es nuevo, es jóven. Nunca responderá a ninguna situación de acuerdo a su experiencia pasada; responderá a cada situación de acuerdo a su conciencia actual.
Osho
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